1 de septiembre de 2025

La culpa compartida

Artículo publicado originalmente en La Gaceta 

Sería muy ingenuo pensar, a estas alturas del pifostio, que la situación de España está provocada únicamente por la irreverente banda del Peugeot, aquella pandilla de Ábalos, Koldo, Santos Cerdán y Pedro Sánchez; la España casposa eterna en sus esencias más farragosas, en su sordidez de tragicomedia de nuestra escopeta nacional. La España sociata del trinque, el golferío, el putiferio en nombre de unas siglas y con la eterna vocación de latrocinio. Esto no es cosa de cuatro.

Es verdad que la banda tenía una idea fija, y desde el inicio el proyecto de saqueo y corrupción a gran escala estaba entre sus objetivos (era su único objetivo, de hecho, como demuestra la organización criminal que montó Cerdán primero en Navarra), pero no podemos decir que Sánchez impone hoy su autocracia en la soledad del poder, ante la oposición enconada de la valiente sociedad civil española, que siempre le ha dado la espalda y ha denunciado sus tropelías.

«Ha dado usted una paliza a un hombre inocente», le decía la madame de las putas de Big Whiskey al personaje violento, al ex pistolero, justiciero corrupto y complejo que interpretaba el inolvidable Gene Hackman de ‘Sin Perdón’, y éste respondía, cáustico: ¿Inocente de qué?

Se podría alegar lo mismo sobre nosotros y nuestros convecinos, y es que aquí difícilmente alguien es inocente de algo, ni siquiera del progresivo deterioro de la calidad de vida.

No es inocente ese tonto de infantería, tan nuestro a nuestro pesar, de mirada boyal, con cultura para salir del paso e intelecto menesteroso, que se encendía muy ufano y con el dedito enhiesto de superioridad moral, asegurando que había que dar el apoyo a Sánchez o a cualquier holograma similar, todo para frenar a esa ultraderecha que sólo existía en su cabeza y en los oportunistas y subvencionados medios de comunicación, los que le habían insertado la idea en la molondra. Fino trabajo han hecho, incapacitando a tanto mediocre, que piensa que ahora Cerdán lucha contra el fascismo desde Soto del Real.

Alguna responsabilidad tendrán, digo yo, los zotes voluntarios y los baldíos por decisión propia, de acendrado fanatismo, capaces de defender lo indefendible, cegados de sinrazón, hasta que la última y definitiva evidencia le golpee en mitad de la cara. Negando que el rey está desnudo hasta el límite mismo de la disonancia cognitiva (y de la dignidad personal) y ante el pasmo de los medianamente normales, que intuyen que esa persona, lindante con la oligofrenia, está envenenada de sectarismo y con la que uno no puede atenerse a razones, pues son sus ideales una agenda con retazos de aquí y de allá que derivan en incoherencias, se aferran sin rubor a la doble moral y a la hipocresía, a la penosa retórica del «y tú más».

No es inocente el que, dando fundamento a los que sabíamos que el populismo es la democracia de los ignorantes, babeaba centelleante e ilusionado ante aquel grupo de chavistas desorejados, profetas zascandiles, capitaneados por un charlatán de feria, un tal Pablo Iglesias, escoltado por dos tipos siniestros apellidados Errejón y Monedero, entre otras joyas de la extrema izquierda de matriz universitaria, aquel vertedero de ideologías totalitarias, basurero reaccionario de cancelaciones y boicots, cárcel de la libertad de expresión.

Pero al final, el descerebramiento de unos nos afecta a todos. La organización no hubiera podido montar toda su extensa red de corruptelas sin la complicidad activa o pasiva de esos que sonreían porque qué guapo es Pedro, o porque viene el fascismo y va a quitar los derechos a los homosexuales y a meter en la cocina a las mujeres, y porque la abuela fuma y no son cigarrillos sostenibles.

Y, por supuesto, no son inocentes (estos menos que nadie, pues son movidos por intereses espurios) los medios de comunicación y sus cabezas de cartel, los que firmaron manifiestos bochornosos, y atacaron a jueces, a compañeros (es un decir, nadie quiere ser compañero de furcias mediáticas) y construían relatos alternativos al servicio del inquilino de la Moncloa y sus pretorianos de rosas rojas; y que ahora, oliendo de lejos el cadáver empezarán a decir «si te he visto no me acuerdo», y «yo no sé quién es ese tal Sánchez del que usted me habla», y ya verán el esfuerzo del circo que antaño le rodeaba en salvar los muebles, y en que olvidemos lo que han estado haciendo estos últimos siete años (que en realidad son 11).

No nos olvidemos, por favor.