Artículo publicado originalmente en La Gaceta
Ha tenido bastante impacto la entrevista de Xabier Fortes, fiel comisario político-mediático del ente público manejado por el sanchismo, al historiador mexicano Fernando Zunzunegui. Tras el espectáculo brindado, al gallego le han llovido tantos palos por todos lados que parecía una piñata, y el pobre diablo contestaba de uñas en redes sociales, defendiéndose como gato panza arriba, sin querer aceptar el ridículo al que se vio abocado por su propia incapacidad y, para mayor oprobio, en su propio terreno, mojándole la oreja en la que de momento es su casa.
Porque son bastantes los que ya han escrito en profundidad desmontando la versión labrada por nuestros enemigos históricos (Iván Vélez, María Elvira Roca Barea, Marcelo Gullo) pero ninguno había ido a TelePedro a darle con el libro en los morros a uno de los más notorios propagandistas. Zunzunegui llegó, vio y triunfó. Sin perder en ningún momento la compostura.
No soy de dar la lanzada al árbol caído (o algo así) pero esto había que saborearlo, porque en un contexto de apisonadora mediática de la izquierda y lucha por imponer su relato, siempre está bien que disfrutemos de pequeñas victorias intelectuales, aunque el rival sea de tan poca entidad.
Es noticia por lo novedoso, ver en TVE una defensa semejante de una visión hispanista rigurosa, allí donde normalmente imperan la demagogia, la desinformación y la carroña de trinchera.
Uno casi siente compasión por el lastimoso inútil de Fortes, sudando en frío cuando tenía delante a una persona preparada que sabe de lo que habla, y no a uno de los políticos zascandiles de discurso prefabricado, de los que le suelen mandar para que les pase un poco la mano por el lomo, acompañado a veces de otros periodistas igual de serviles al poder, que dejan la marca RTVE como una sucursal más del PSOE.
Fortes, con su indisimulable gesto de garrulo montaraz, intentaba contragolpear pero de manera torpe e ineficaz, ya que en frente no tenía a otro lacayo llamado a plató a esputar la versión gubernamental y repetir el catecismo oficial, sino a un historiador libre, independiente y formado, que de manera educada pero contundente iba desarmando los clichés y prejuicios que le servía el presentador, como balones toscamente entregados al rival.
Una entrevista que debería ser de visión obligatoria en los institutos, como ejemplo de desmontar con datos y eficacia una historiografía mendaz que ya chirría, y también para que los jóvenes vean a un lambiscón del Gobierno hacer el ridículo con todas las de la ley, pero sin otro culpable que él mismo. Alguien debería haber parado aquello a tiempo, porque cuando acabó, al supuesto periodista no le quedaba ni un ápice de dignidad, tras semejante soba.
Con los cambios que están experimentando nuestras formas de relacionarnos con el pasado, donde ya no se acepta con plácida mansedumbre versiones oficiales pergeñadas por sibilinos hispanófobos y acomplejados dogmáticos, con una visión parcial y torticera de una historia compleja y llena de claroscuros, cada vez más personas saben que lo que creían cierto no eran más que construcciones maniqueas realizadas por las potencias enemigas en el pasado, y por la izquierda endófoba en la actualidad.
Contar el Descubrimiento y conquista o la Guerra Civil como una narración simplista de malvados e inocentes, de saqueadores y saqueados o fascistas y demócratas, supone un ataque directo a la más elemental inteligencia del receptor.
Desde el marxismo cultural sienten una malsana atracción por todo lo que implique demonizar España, y eso conlleva magreos con bilduetarras y discursos enajenados sobre plurinacionalidades disparatadas.
Frente a la izquierda cochambrosa que compra y difunde sin pudor la leyenda antiespañola, reivindiquemos y hagamos bandera de la humilde y noble entereza de un mexicano defendiendo en soledad la gran epopeya de la hispanidad.
