7 de noviembre de 2025

Contra las mujeres (II)



Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Lo peor del caso de la manada de Pamplona de 2016, en un suceso donde ya de por sí todo es malo (por zafio, por vulgar, por corrosivo, por sórdido, por populista) es que sirvió para cebar los programas especuladores del amarillismo vendiendo estiércol televisado, y también la furia de las masas, en una sorprendente representación callejera de ira y cólera contra jueces, cuando ni siquiera había salido publicada la sentencia. 

Fue un punto bajísimo de inflexión donde se dejó de actuar como un país maduro, o mínimamente civilizado, y se dio rienda suelta a los más viles instintos, los de los tribunales populares y linchamientos colectivos. Los de las verduleras y los campesinos que van a tirar frutas y hortalizas podridas a los acusados, camino del patíbulo medieval. 

Vimos turbas movidas por grandes intereses, creyendo que las condenas las dictan las calles vociferantes. Evidentemente el frenético feminismo oficial, el único que se puede profesar de forma imperativa, se frotó las manos y quiso dar rienda suelta a sus elaborados eslóganes donde, en esencia, todos los hombres son violadores en potencia y todos los jueces machistas en ejercicio. Y fachas.
Aquello fue un espectáculo que impactó por lo aberrante. Netflix realizó un documental, porque saben a qué público dirigen su telemierda. Hasta una ley sacaron las folclóricas activistas metidas a políticas y legisladoras, con los resultados que todos sabemos.

En la manada navarra de 2025 no hay manifestaciones de exaltados, políticos pescando en el río que ellos revolvieron ni, al aparecer, alarma social ante el terrorismo machista. El único motivo es que a la chica no la violaron los hombres correctos para el negocio. Si no hay rédito político y mediático, la víctima importa una higa. 

La chica, violada y robada por cuatro magrebíes (tres de ellos con orden de expulsión), fue encontrada semiinconsciente bajo un árbol, en el asentamiento ilegal donde los cuatro malvivían entre desperdicios y que era un punto de venta de droga. En el Ayuntamiento de Bildu, que gobiernan gracias a sus compinches del PSOE, tenían conocimiento de ese campamento, pero los proetarras no movieron un dedo.

En los canales y redes oficiales de las que han hecho del ultrafeminismo un modo de vida resuena un silencio que impresiona. Como si nada hubiera pasado porque, de cara a sus intereses, no ha pasado nada. Cuesta asimilar tanto rastrerismo, tanta hijoputez. Porque manadas similares han sido una constante desde ese lejano 2016. Más de las que se podrían asimilar si llegaran al gran público.
Violaciones brutales y salvajes, con un denominador común. Muchas no trascienden, de otras nos enteramos los de siempre. Y lo que son los políticos progres, si se enteran, no dicen ni Pamplona.

Seamos sinceros. Una sociedad donde una presentadora millonaria de un programa estrella, ante al apuñalamiento de un bebé, su primera reacción es lamentar que eso sea "un regalo para la ultraderecha" es una sociedad profundamente enferma. 

Sigamos siendo sinceros. Un ministerio que funde millones de euros del contribuyente en auténticas chorradas, y no mueve ni una ceja ante las violaciones constantes de las mujeres de su país, es un ministerio que no tiene que ser cerrado. Tiene que ser dinamitado, con una detonación programada, controlada y monitoreada en tiempo real. Y declarar el solar como suelo no urbanizable, para que no se pueda volver a construir nada parecido en el lugar.

Un profesor y militante de Izquierda Unida (combinación que se da bastante) de Orense está huido y en busca y captura por la violación de una menor de edad, en abusos continuados en el tiempo, durante al menos cuatro años, desde que ella tenía 12. 

El exlíder de En Marea tuvo la complicidad de tres profesoras que no creyeron a la chica y la invitaron a marchar del centro educativo "por si se suicidaba". La chica terminó abandonando el colegio por presiones del entorno escolar y de la dirección, que se pusieron en todo momento de parte de su violador. 

Martiño Ramos era de izquierdas, y cuando esto ocurre, ni hay hermanas, ni te creen, ni nada que ver ahí, en ninguna plataforma.
A la menor le ha destrozado la vida (ingresos en Psiquiatría y 34 kilos de peso) y el podemita sigue en paradero desconocido. Huido con la complicidad de, al menos, tres mujeres. Mujeres contra mujeres. Y de nuevo, por no ser violada por la persona correcta. Digieran como puedan esta información.

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