Artículo publicado originalmente en La Gaceta
Me asalta un titular de Público, uno de esos panfletos para gente intelectualmente vulnerable, que dice tal que así: "Colectivos antirracistas acusan al Gobierno vasco de ceder al discurso de la ultraderecha al informar sobre la procedencia de los detenidos por la Ertzaintza".
Lo primero que hago es verificar que no sea una cuenta parodia, de esas que tanto abundan y que, en clara intención de ridiculizar a nuestro gobernante bloque de progreso y a sus terminales mediáticas, a veces se vuelven indistinguibles de las oficiales, generando confusión y ruido.
Tras la pertinente comprobación, me veo fascinado una vez más por el espectáculo de una ideología reducida a la categoría de mera caricatura. Algo sorprendente pasa con los proclamados antirracistas. Si los datos no son los que ellos desearían, quieren imponer que se oculten. Enterrados en el silencio oficial para no estropear el relato del que chupan.
Oponerse tozudamente al conocimiento documentado no va a servir para que algo mejore o se dejen de cometer delitos, al igual que puedes estar en contra de la ley de la gravedad, pero la manzana va a seguir cayendo.
Exigen contar algo sin decir toda la verdad. Si la realidad no nos conviene, impugnamos la realidad. Porque, ya lo habrán adivinado, la información, desoladora y fríamente expuesta como titulares, datos y estadísticas, es racista.
Hay una emblemática escena en La vida de Brian en la que un personaje, un hombre con autodeterminación de género que exige ser llamado Loretta, quiere además dar a luz, y ante la incredulidad de sus correligionarios, que le explican que la ausencia de matriz al ser varón biológico le impide gestar al niño (salvo que lo haga en un baúl) la mujer del grupo trata de romper una lanza a su favor, y razona que aunque no pueda dar a luz, puede aceptarse su causa como un símbolo de la lucha contra la opresión, a lo que el más sensato de todos apostilla: "es un símbolo de su lucha contra la realidad".
Lo que piden estos mendrugos es que las informaciones se sigan dando pero sesgadas. Informar pero poquito. Con circunloquios y acrobacias verbales. Ya sabe. Un joven. Alguien hizo algo en alguna parte. Una persona venida de un sitio de cuya procedencia no podemos especificar. Con el consiguiente silencio, por supuesto, de los políticos y fauna adyacente cuyo sueldo y puesto dependen de venderle a la gente el esplendor en la hierba, y sigan caminando que aquí no hay nada que ver.
Si la Ertzaintza se empeña en dar la información completa, estos colectivos invitan a la sociedad a actuar simplemente como si la información no existiera. U oponerse con firmeza y tesón a ella, aunque volvemos a Newton y la manzana.
Una forma muy común de luchar contra el fascismo es aplicar de forma contundente la censura. Si usted, señor agente, sigue empecinado en dar todos los datos, no nos quedará otro remedio que invitarle a que cambie de actitud. Y tendrá que dejar de decir esas cosas, por las buenas o por las malas. No querrá que le señalemos como ultraderecha. Que aparezcan pintadas en la puerta de su casa. O que le pase algo a usted o a su familia.
Estos sórdidos activistas prefieren meter la sesera bajo tierra y que la gente siga viviendo en un mundo ignoto, sin proporcionar las herramientas suficientes para que puedan sumar dos y dos. Como si eso bastara para mantener al personal agilipollado, sin ser conscientes de la verdad de lo que les rodea y atañe.
Son tan obtusos y fanáticos que en un radiante día de verano, a las cinco de la tarde y con un sol cegador, ellos pueden mirar al cielo, arrugar la nariz, y decirte que es de noche. Si tú observas la luz estival reflejada en el agua, y tratas de aseverar, incrédulo, que sigue siendo de día, serás de forma inmediata catalogado como facineroso.
Ejercen con maestría desvergonzada el vivir al margen de la realidad sin que ello suponga ningún obstáculo. La connivencia con el delito es su estado natural, y aunque tú puedas aludir que ante cualquier hecho noticioso, es obligación del comunicador informar si el implicado es de Bedelia o de Argelia, ellos nunca dirán que eso es estigmatizar a los orensanos, así que habrá que preguntarse quién es el racista.
Los colectivos acusan al gobierno vasco, lo que es irónico, ya que el PNV es de orígenes profundamente xenófobos, pero porque son herederos intelectuales (es un decir) de Sabino Arana, aquel pirado prenazi.
El País Vasco tiene un problema grave, con localidades en situación crítica en cuanto a inseguridad, y es algo que trasciende a otras zonas de España.
Querer que la autoridad se autocensure sólo retrasará más una situación insostenible, que tarde o temprano terminará desbordando todo desesperado intento de tapar el sol con un dedo. Y algo me dice que, cuando violan a tu hija o atracan a tu hermano, de poco sirve ese burdo chantaje de llamar a todo el mundo facha.
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