15 de diciembre de 2025

De aquellas plazas y esos prostíbulos



Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Nunca pude sentir excesivo entusiasmo por las revoluciones de megáfono y tambor, de esas que te plantan un huerto ecológico en la Puerta del Sol, icónica plaza capitalina que el fascismo ha privado de arboleda.
Claro que a toro pasado el conjunto se analiza mejor, con la perspectiva que a uno le dan el tiempo y las razones.
Supongo que estos días es habitual, entre numerosas personas que desde el primer momento se opusieron al indecente gobierno de Sánchez y sus secuaces podemitas, sentir ese ligero cosquilleo de placer cuando se tiene la certeza de que "yo tenía razón". Al final la tenía. O siempre la tuve. Qué más da. Hay que disfrutar de esas íntimas satisfacciones acogedoras, sobre todo después de tiempo a la intemperie, aguantando chaparrones y adjetivos indecibles de los habituales tontos del culo, que ni el tiempo ni las razones les han hecho entrar en razón.

Volvamos a Sol. Kilómetro cero. Pues sí. Casi todo lo malo se empezó a cocer ahí. Tras unos días de un juvenil empuje de improvisación, la plaza se llenó de una pestilente reivindicación de la vagancia, la gorronería y la mendicidad. Y aquello también suponía una ingente cantidad de personas a pastorear, pues todo movimiento popular necesita sus guías con ánimo de lucro. 

Era donde los cachondos de Podemos organizaban sus saraos, con la turra asamblearia cuando repetían todo el rato "la gente" (ellos) y "la casta" (los demás), ante una audiencia más corta que la banqueta de ordeñar. Allí, entre pancartas y tiendas Quechua, trazaron todas las líneas a seguir y las gran ingeniería social que marcaría casi 15 años demenciales: el feminismo de cuota para dar salida remunerada a psicopatologías personales y el lenguaje inclusivo de zopencos y zopencas. El blanqueo de la piara criminal de ETA y su brazo político. La idea de que traer el chavismo a España era buena idea.

Obviamente, también sirvió como plataforma para dar publicidad a los vigores masculinos de la "política con cojones" (sic). El calentuco de las gafas, el alfa de la coleta y el perverso con pinta de comisario político de la NKVD, buscando groupies bajo los adoquines sin arena de playa. Iban a conquistar el cielo por asalto, aunque para tan alto y azaroso destino pensaban más en vuelos en primera clase y restaurantes de cinco tenedores que no pudieran permitirse las masas lumperizadas. 

Como ratas hedonistas corriendo detrás de un billete o de una falda, vividores del lujo y el placer; el más espabilado de todos se despidió del panadero y del barrio y se largó al chalet en las afueras buscando la tranquilidad de espíritu y el reposo físico que anhela todo cristiano.

De aquella época, como una cloaca cuando desborda, salieron los más extravagantes sujetos que padecimos en la política. Recordarán ustedes a Pisarello (ahí sigue), el tucumano que zarandeaba con saña una bandera española para que sus colores no mancillaran el balcón del ayuntamiento de Barcelona. O Inmaculada Colau, que convirtió la ciudad condal en un albañal infecto (donde la gran atracción turística es que te pueden apuñalar en nombre del progreso multicultural), y luego se fue de crucero por el Mediterráneo, aquella flotilla de tan divertidos recuerdos. 

Ahora la comparsa de Sánchez a su izquierda es Yolanda Díaz, ese prodigio de la oratoria; ella y los de la PSOE hacen disparatados mítines ante un fervoroso público de setenta años de media, completamente desarraigados de la realidad.

Yolanda Díaz es, como el hombre que la designó sucesora, una rendida admiradora de Hugo Chávez (“el más digno libertador”, decía sobre el sátrapa venezolano) y ahora le ha dado un toque como de peronismo arcoíris, que siempre es más siniestro, porque te vende ideologías criminales con una perpetua sonrisa entre bobadas monolíticas. La miseria y la involución de los derechos, pero con ternura y tinte en el pelo.

Se aferra al gobierno de coalición progresista (jaja) porque cuando el sanchismo se derrumbe no va a tener revolución rosa a la que aferrarse, y no la votan ni en su pueblo (esto no es una forma de hablar). Lo mismo ocurre con toda la quincalla antiespañola, desde Junts a Bildu. Saben que cuando la cúpula del PSOE en pleno esté empurada, perderán mucha fuerza a la hora de seguir influyendo en el devenir de la nación que odian.

Mi reconocimiento a los periodistas, jueces y miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad que están haciendo esto posible. Decían los viejos mafiosos de Nueva York que Los Soprano, sus vecinos de Nueva Jersey, sólo eran una banda con pretensiones. Lo que Sánchez montó con Koldo, Ábalos y otros fantásticos chicos sólo era una cuadrilla de malhechores venida a más. El yerno de un proxeneta y el portero de un prostíbulo deseando dejar atrás el olor a moqueta barata. Querían tocar poder para seguir robando a gran escala y lo tocaron. Pero nos hundieron a todos, mientras la parte más maleable de la sociedad y los esbirros mediáticos decían que estaba mal señalar a la banda, que se respetase un poco al Uno y a su entorno, para no seguir crispando.

Ésa era la famosa polarización. Unos saqueaban el país y otros se quejaban de que lo saqueaban. Empate.
Pedro Sánchez soñaba con perpetuarse en el poder. Vean ahora su cara desencajada mientras todos los peones van cayendo, mientras la UCO y la UDEF alcanzan sus penúltimos objetivos policiales, irrumpiendo en las sedes de la organización.
Observen la sonrisa heladora del pérfido Zapatero cuando le preguntan por su inminente orden de detención por ser esbirro del narcoterrorismo madurista. Hay sueños que se tornan en pesadilla. 

7 de diciembre de 2025

Cancelando a lo Laudrup

 


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Fue muy curiosa y paradigmática, reflejo de la España valleinclanesca que vivimos, una escena televisiva en Espejo Público, donde Soto Ivars estaba rodeado de varias mujeres, todas feministas militantes, que le increpaban por haber escrito un libro que ellas no habían leído y que, además, no tenían ninguna intención de leer.

Uno podría pensar, con mucha ingenuidad, que antes de ponerte a berrear contra un ensayo periodístico al menos se requeriría el mínimo de haber tenido la decencia de leerlo, pero actualmente la izquierda, la lectura y la decencia no son cosas que casen demasiado bien, o un poquito siquiera.

El sectarismo nubla las mentes, se deja llevar por sus prejuicios, y sus reacciones responden siempre a estímulos primarios. Piensan (es un decir) de forma emocional, creen en una idea a ciegas, y embisten con ella por bandera sin ser capaces de desarrollar una mínima capacidad de razonamiento. Capote bajo y con la testuz por delante.

El impulso de su vena totalitaria es cancelar todo lo que en su estrecho margen de miras no pase la prueba del antifascismo, del antimachismo y de un montón de neologismos que terminan en -fobia. Y es que no les hace falta leer aquello que quieren censurar (los censores del franquismo al menos leían y veían lo que iban a prohibir) lo hacen sin mirar, torciendo la cabeza, como daba los pases Laudrup.
Dejándose llevar por patologías e ideas preconcebidas, con una extraña aversión a todo lo que sea reflexionar, intercambiar ideas con educación, escuchar al que tienes delante en vez de querer silenciar, prohibir, vetar, imponer o purgar. No debaten, señalan. No atienden a razones, vomitan consignas.

Recuerdo de hace unos años, una entrevista a una radical de la ideología de género que pedía, muy enfadada, retirar la estatua de Woody Allen que el genial cineasta tiene en el centro de Oviedo. Mia Farrow había acusado en su momento, nunca salió nada adelante, pero la ira de las justas ya estaba desatada, porque nada más hace falta para montar un buen cadalso metafórico (o real, si las dejan) y ponerse el atuendo de talibanes para echar abajo estatuas y lo que se pille. A Allen lo llamó "abusador y depravado". 

A la pregunta inevitable, respondía que no había visto ninguna película de Woody Allen (y no tenía ninguna intención de remediarlo) pero que era un pederasta y ya. El caso estaba claro y cerrado para ella aunque nunca existiera caso. Lo mismo da que no haya sido condenado por tribunal alguno, y que fuera por aquel entonces, en los 90, investigado de forma exhaustiva en dos ocasiones y descartada la imputación al no encontrar ninguna prueba en ambas investigaciones, que duraron meses. 

Lo que diga un tribunal o lo que sea verdad o mentira le traía al pairo. Esas menudencias de derechos y garantías le suenan más bien a estructura fascista. Y, en realidad, le da igual si es inocente o culpable, porque es hombre y con eso basta, pues ya se nace con el pecado original, como si hombres y derechos fueran dos palabras juntas que constituyen una antinomia.

Arremetiendo con furia destructiva contra todo lo que no comprenden pero quieren cancelar, tirar abajo, destruir o que la masa juzgue y linche, son la verdadera putrefacción de cualquier nación que se pretenda ilustrada. La parte menos civilizada de una sociedad que anhele prosperar, y por lo tanto tiene que dejar de darle visibilidad a vulgares integristas que envilecen todo a su paso.

Esa altiva y orgullosa ignorancia es la que recorre de parte a parte el país como un escalofrío, causando la perplejidad y la indignación de los mesurados y los comedidos, que son una mayoría silenciosa frente a la minoría vocinglera, tan desagradable. Esa minoría que estuvo bramando memeces en una presentación del libro de Ivars en Sevilla, convirtiendo el vestíbulo de una biblioteca en una lonja de charos y mastuerzos.

Hay nervios y se nota. Lo que hay en juego es el devenir de una industria de género que sólo en España mueve cientos de millones al año, alimenta muchas bocas y coloca en puestos de chiringuitos a demasiados sinvergüenzas vividores y vividoras que quieren seguir aferrados al negocio y dentro de las instituciones en las que se encuentran incardinadas.

Estos sujetos animalescos, aunque asilvestrados y de escaso raciocinio, sí pueden oler que un cambio flota en el aire. Perciben en el ambiente que poco a poco van perdiendo la supremacía ideológica que durante años impusieron con coacciones, amenazas y una apisonadora mediática.
Y, como todos los animales, tienen que mirar por el sustento. Y presienten que se quedan sin comer.

La Paqui en Princesa


Artículo publicado originalmente en La Gaceta.

La suya fue una vocación tardía. Originaria de Los Corrales, humilde pueblecito de la provincia de Sevilla, hizo su viaje al norte para emplearse en la cosecha del espárrago en la Comunidad Foral de Navarra, donde conoció a Santos Cerdán, alma gemela. 

Todo historia de amor tiene sus altibajos, pero Santos se había iniciado en las actividades mafiosas a nivel regional, que luego intensificó para conseguir y mantener el poder del PSOE, colocando a Bildu en Pamplona o aprobando la amnistía de Puigdemont; aunque su verdadero interés radicaba en aumentar sus beneficios mediante licitaciones con empresas.

'La Paqui', con esperanzas de altos vuelos y el signo del euro en la mirada, vivió su punto de inflexión al mudarse a Madrid hace 10 años. Para cualquier personas con aspiraciones, Madrid es el lugar donde se desarrollan o se estrellan los sueños de los españoles periféricos, un pozo de ambición que enriquece, engulle o vomita a siete millones de almas. Todo pasa por la capital.

Pero las cosas empezaron a ir relativamente bien (antes de ir francamente mal) y como todo defensor de lo público, lo primero que hizo fue inscribir a su hija en una universidad privada.
En la organización criminal PSOE su marido tenía un puesto destacado, era uno de los capos, mano derecha del número 1 y con acceso a reuniones con empresarios, así que el matrimonio pudo mudarse del pisito de 40 metros a un ático de 160, tres habitaciones amplias y dos baños, con terraza en la céntrica calle Hilarión Eslava, pagado por Servinabar. Y allí se rindieron a la vida a todo tren del gañán sociata, del tratante de ganado venido a más.

'La Paqui' se comportaba un poco a la manera de las acompañantes medio putas medio amantes de los hampones de un universo que parece salido del cine de Scorsese, como apuntaba por estos lares Hughes. En Uno de los nuestros, Jimmy Conway, el personaje que interpreta Roberto De Niro, llama la atención a los compañeros de banda por la excesiva ostentación después de un lucrativo golpe, reiterando en que había explicitado discreción, perfil bajo, nada de abrigos de pieles ni coches de alta gama por un tiempo. 

'La Paqui' fundía con espontánea desfachatez la pasta de la trama entre muebles en El Corte Inglés y restaurantes de lujo, donde se llegó a gastar, de una sentada, 7.470 euros, que son muchos solomillos, por muy pantagruélico festín que te pegues con dinero negro. Pero nada comparable al 1.801.914 que se llevó Santos por un día de trabajo, en el pelotazo en el puente del Centenario.

Algunos de la banda de Sánchez alzaron la voz, como hacía De Niro, sobre la falta de mesura de 'la Paqui', a la que ya conocían todos los empleados de El Corte Inglés, que es el elixir de la clase media con pretensiones. Como es gente bastante profesional, los trabajadores le atendían sin sospechar en su derroche motivos secretos y condenables.
Ella disfrutaba de la buena posición crematística gracias a la hegemonía sin sentido del sanchismo, en una España de gánsteres y periodistas rastreros convenciendo a la población de que la única alternativa al socialismo trincón era la ultraderecha con sus bulos y su fango. Sánchez o el fascismo. 

Y pa'lante. 'La Paqui' se dedicó a la vida del bon vivant hortera, pero mantenía aún dentro lo rural, y cuando se hicieron ver los primeros medios de comunicación por el ático, sacó lo peor de ella, como cuando se puso como una energúmena con la periodista Irene Tabera. Gruesas palabras dijo, impropias de la mujer que acompaña al número tres del partido del Gobierno:  "Estoy hasta los cojones de este puto país", vociferaba nuestra chabacana de Chamberí. Lo que, me tendrán que disculpar, no son formas de referirse al lugar que te lo dio todo (o se lo robaste, bueno) y te permitió temporalmente una vida de áticos, planta noble en centro comercial de abolengo y restaurantes con cuentas de más de tres cifras.

Con el marido saliendo de la cárcel, Ábalos y Koldo entrando y Begoña y el puto amo calentando la banda del Supremo, llegan a su fin los sueños de ambición de una muchacha de un pequeño pueblo sevillano, que sólo quería poder sacar y fundir la tarjeta de crédito y ser reconocida y admirada en El Corte Inglés de Princesa. Allá donde se cruzan los caminos. 

Activistas contra Newton


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Me asalta un titular de Público, uno de esos panfletos para gente intelectualmente vulnerable, que dice tal que así: "Colectivos antirracistas acusan al Gobierno vasco de ceder al discurso de la ultraderecha al informar sobre la procedencia de los detenidos por la Ertzaintza".

Lo primero que hago es verificar que no sea una cuenta parodia, de esas que tanto abundan y que, en clara intención de ridiculizar a nuestro gobernante bloque de progreso y a sus terminales mediáticas, a veces se vuelven indistinguibles de las oficiales, generando confusión y ruido.

Tras la pertinente comprobación, me veo fascinado una vez más por el espectáculo de una ideología reducida a la categoría de mera caricatura. Algo sorprendente pasa con los proclamados antirracistas. Si los datos no son los que ellos desearían, quieren imponer que se oculten. Enterrados en el silencio oficial para no estropear el relato del que chupan.

Oponerse tozudamente al conocimiento documentado no va a servir para que algo mejore o se dejen de cometer delitos, al igual que puedes estar en contra de la ley de la gravedad, pero la manzana va a seguir cayendo.

Exigen contar algo sin decir toda la verdad. Si la realidad no nos conviene, impugnamos la realidad. Porque, ya lo habrán adivinado, la información, desoladora y fríamente expuesta como titulares, datos y estadísticas, es racista.

Hay una emblemática escena en La vida de Brian en la que un personaje, un hombre con autodeterminación de género que exige ser llamado Loretta, quiere además dar a luz, y ante la incredulidad de sus correligionarios, que le explican que la ausencia de matriz al ser varón biológico le impide gestar al niño (salvo que lo haga en un baúl) la mujer del grupo trata de romper una lanza a su favor, y razona que aunque no pueda dar a luz, puede aceptarse su causa como un símbolo de la lucha contra la opresión, a lo que el más sensato de todos apostilla: "es un símbolo de su lucha contra la realidad".

Lo que piden estos mendrugos es que las informaciones se sigan dando pero sesgadas. Informar pero poquito. Con circunloquios y acrobacias verbales. Ya sabe. Un joven. Alguien hizo algo en alguna parte. Una persona venida de un sitio de cuya procedencia no podemos especificar. Con el consiguiente silencio, por supuesto, de los políticos y fauna adyacente cuyo sueldo y puesto dependen de venderle a la gente el esplendor en la hierba, y sigan caminando que aquí no hay nada que ver. 

Si la Ertzaintza se empeña en dar la información completa, estos colectivos invitan a la sociedad a actuar simplemente como si la información no existiera. U oponerse con firmeza y tesón a ella, aunque volvemos a Newton y la manzana. 

Una forma muy común de luchar contra el fascismo es aplicar de forma contundente la censura. Si usted, señor agente, sigue empecinado en dar todos los datos, no nos quedará otro remedio que invitarle a que cambie de actitud. Y tendrá que dejar de decir esas cosas, por las buenas o por las malas. No querrá que le señalemos como ultraderecha. Que aparezcan pintadas en la puerta de su casa. O que le pase algo a usted o a su familia.

Estos sórdidos activistas prefieren meter la sesera bajo tierra y que la gente siga viviendo en un mundo ignoto, sin proporcionar las herramientas suficientes para que puedan sumar dos y dos. Como si eso bastara para mantener al personal agilipollado, sin ser conscientes de la verdad de lo que les rodea y atañe. 

Son tan obtusos y fanáticos que en un radiante día de verano, a las cinco de la tarde y con un sol cegador, ellos pueden mirar al cielo, arrugar la nariz, y decirte que es de noche. Si tú observas la luz estival reflejada en el agua, y tratas de aseverar, incrédulo, que sigue siendo de día, serás de forma inmediata catalogado como facineroso.

Ejercen con maestría desvergonzada el vivir al margen de la realidad sin que ello suponga ningún obstáculo. La connivencia con el delito es su estado natural, y aunque tú puedas aludir que ante cualquier hecho noticioso, es obligación del comunicador informar si el implicado es de Bedelia o de Argelia, ellos nunca dirán que eso es estigmatizar a los orensanos, así que habrá que preguntarse quién es el racista.

Los colectivos acusan al gobierno vasco, lo que es irónico, ya que el PNV es de orígenes profundamente xenófobos, pero porque son herederos intelectuales (es un decir) de Sabino Arana, aquel pirado prenazi.
El País Vasco tiene un problema grave, con localidades en situación crítica en cuanto a inseguridad, y es algo que trasciende a otras zonas de España.
Querer que la autoridad se autocensure sólo retrasará más una situación insostenible, que tarde o temprano terminará desbordando todo desesperado intento de tapar el sol con un dedo. Y algo me dice que, cuando violan a tu hija o atracan a tu hermano, de poco sirve ese burdo chantaje de llamar a todo el mundo facha.