15 de diciembre de 2025

De aquellas plazas y esos prostíbulos



Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Nunca pude sentir excesivo entusiasmo por las revoluciones de megáfono y tambor, de esas que te plantan un huerto ecológico en la Puerta del Sol, icónica plaza capitalina que el fascismo ha privado de arboleda.
Claro que a toro pasado el conjunto se analiza mejor, con la perspectiva que a uno le dan el tiempo y las razones.
Supongo que estos días es habitual, entre numerosas personas que desde el primer momento se opusieron al indecente gobierno de Sánchez y sus secuaces podemitas, sentir ese ligero cosquilleo de placer cuando se tiene la certeza de que "yo tenía razón". Al final la tenía. O siempre la tuve. Qué más da. Hay que disfrutar de esas íntimas satisfacciones acogedoras, sobre todo después de tiempo a la intemperie, aguantando chaparrones y adjetivos indecibles de los habituales tontos del culo, que ni el tiempo ni las razones les han hecho entrar en razón.

Volvamos a Sol. Kilómetro cero. Pues sí. Casi todo lo malo se empezó a cocer ahí. Tras unos días de un juvenil empuje de improvisación, la plaza se llenó de una pestilente reivindicación de la vagancia, la gorronería y la mendicidad. Y aquello también suponía una ingente cantidad de personas a pastorear, pues todo movimiento popular necesita sus guías con ánimo de lucro. 

Era donde los cachondos de Podemos organizaban sus saraos, con la turra asamblearia cuando repetían todo el rato "la gente" (ellos) y "la casta" (los demás), ante una audiencia más corta que la banqueta de ordeñar. Allí, entre pancartas y tiendas Quechua, trazaron todas las líneas a seguir y las gran ingeniería social que marcaría casi 15 años demenciales: el feminismo de cuota para dar salida remunerada a psicopatologías personales y el lenguaje inclusivo de zopencos y zopencas. El blanqueo de la piara criminal de ETA y su brazo político. La idea de que traer el chavismo a España era buena idea.

Obviamente, también sirvió como plataforma para dar publicidad a los vigores masculinos de la "política con cojones" (sic). El calentuco de las gafas, el alfa de la coleta y el perverso con pinta de comisario político de la NKVD, buscando groupies bajo los adoquines sin arena de playa. Iban a conquistar el cielo por asalto, aunque para tan alto y azaroso destino pensaban más en vuelos en primera clase y restaurantes de cinco tenedores que no pudieran permitirse las masas lumperizadas. 

Como ratas hedonistas corriendo detrás de un billete o de una falda, vividores del lujo y el placer; el más espabilado de todos se despidió del panadero y del barrio y se largó al chalet en las afueras buscando la tranquilidad de espíritu y el reposo físico que anhela todo cristiano.

De aquella época, como una cloaca cuando desborda, salieron los más extravagantes sujetos que padecimos en la política. Recordarán ustedes a Pisarello (ahí sigue), el tucumano que zarandeaba con saña una bandera española para que sus colores no mancillaran el balcón del ayuntamiento de Barcelona. O Inmaculada Colau, que convirtió la ciudad condal en un albañal infecto (donde la gran atracción turística es que te pueden apuñalar en nombre del progreso multicultural), y luego se fue de crucero por el Mediterráneo, aquella flotilla de tan divertidos recuerdos. 

Ahora la comparsa de Sánchez a su izquierda es Yolanda Díaz, ese prodigio de la oratoria; ella y los de la PSOE hacen disparatados mítines ante un fervoroso público de setenta años de media, completamente desarraigados de la realidad.

Yolanda Díaz es, como el hombre que la designó sucesora, una rendida admiradora de Hugo Chávez (“el más digno libertador”, decía sobre el sátrapa venezolano) y ahora le ha dado un toque como de peronismo arcoíris, que siempre es más siniestro, porque te vende ideologías criminales con una perpetua sonrisa entre bobadas monolíticas. La miseria y la involución de los derechos, pero con ternura y tinte en el pelo.

Se aferra al gobierno de coalición progresista (jaja) porque cuando el sanchismo se derrumbe no va a tener revolución rosa a la que aferrarse, y no la votan ni en su pueblo (esto no es una forma de hablar). Lo mismo ocurre con toda la quincalla antiespañola, desde Junts a Bildu. Saben que cuando la cúpula del PSOE en pleno esté empurada, perderán mucha fuerza a la hora de seguir influyendo en el devenir de la nación que odian.

Mi reconocimiento a los periodistas, jueces y miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad que están haciendo esto posible. Decían los viejos mafiosos de Nueva York que Los Soprano, sus vecinos de Nueva Jersey, sólo eran una banda con pretensiones. Lo que Sánchez montó con Koldo, Ábalos y otros fantásticos chicos sólo era una cuadrilla de malhechores venida a más. El yerno de un proxeneta y el portero de un prostíbulo deseando dejar atrás el olor a moqueta barata. Querían tocar poder para seguir robando a gran escala y lo tocaron. Pero nos hundieron a todos, mientras la parte más maleable de la sociedad y los esbirros mediáticos decían que estaba mal señalar a la banda, que se respetase un poco al Uno y a su entorno, para no seguir crispando.

Ésa era la famosa polarización. Unos saqueaban el país y otros se quejaban de que lo saqueaban. Empate.
Pedro Sánchez soñaba con perpetuarse en el poder. Vean ahora su cara desencajada mientras todos los peones van cayendo, mientras la UCO y la UDEF alcanzan sus penúltimos objetivos policiales, irrumpiendo en las sedes de la organización.
Observen la sonrisa heladora del pérfido Zapatero cuando le preguntan por su inminente orden de detención por ser esbirro del narcoterrorismo madurista. Hay sueños que se tornan en pesadilla. 

7 de diciembre de 2025

Cancelando a lo Laudrup

 


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Fue muy curiosa y paradigmática, reflejo de la España valleinclanesca que vivimos, una escena televisiva en Espejo Público, donde Soto Ivars estaba rodeado de varias mujeres, todas feministas militantes, que le increpaban por haber escrito un libro que ellas no habían leído y que, además, no tenían ninguna intención de leer.

Uno podría pensar, con mucha ingenuidad, que antes de ponerte a berrear contra un ensayo periodístico al menos se requeriría el mínimo de haber tenido la decencia de leerlo, pero actualmente la izquierda, la lectura y la decencia no son cosas que casen demasiado bien, o un poquito siquiera.

El sectarismo nubla las mentes, se deja llevar por sus prejuicios, y sus reacciones responden siempre a estímulos primarios. Piensan (es un decir) de forma emocional, creen en una idea a ciegas, y embisten con ella por bandera sin ser capaces de desarrollar una mínima capacidad de razonamiento. Capote bajo y con la testuz por delante.

El impulso de su vena totalitaria es cancelar todo lo que en su estrecho margen de miras no pase la prueba del antifascismo, del antimachismo y de un montón de neologismos que terminan en -fobia. Y es que no les hace falta leer aquello que quieren censurar (los censores del franquismo al menos leían y veían lo que iban a prohibir) lo hacen sin mirar, torciendo la cabeza, como daba los pases Laudrup.
Dejándose llevar por patologías e ideas preconcebidas, con una extraña aversión a todo lo que sea reflexionar, intercambiar ideas con educación, escuchar al que tienes delante en vez de querer silenciar, prohibir, vetar, imponer o purgar. No debaten, señalan. No atienden a razones, vomitan consignas.

Recuerdo de hace unos años, una entrevista a una radical de la ideología de género que pedía, muy enfadada, retirar la estatua de Woody Allen que el genial cineasta tiene en el centro de Oviedo. Mia Farrow había acusado en su momento, nunca salió nada adelante, pero la ira de las justas ya estaba desatada, porque nada más hace falta para montar un buen cadalso metafórico (o real, si las dejan) y ponerse el atuendo de talibanes para echar abajo estatuas y lo que se pille. A Allen lo llamó "abusador y depravado". 

A la pregunta inevitable, respondía que no había visto ninguna película de Woody Allen (y no tenía ninguna intención de remediarlo) pero que era un pederasta y ya. El caso estaba claro y cerrado para ella aunque nunca existiera caso. Lo mismo da que no haya sido condenado por tribunal alguno, y que fuera por aquel entonces, en los 90, investigado de forma exhaustiva en dos ocasiones y descartada la imputación al no encontrar ninguna prueba en ambas investigaciones, que duraron meses. 

Lo que diga un tribunal o lo que sea verdad o mentira le traía al pairo. Esas menudencias de derechos y garantías le suenan más bien a estructura fascista. Y, en realidad, le da igual si es inocente o culpable, porque es hombre y con eso basta, pues ya se nace con el pecado original, como si hombres y derechos fueran dos palabras juntas que constituyen una antinomia.

Arremetiendo con furia destructiva contra todo lo que no comprenden pero quieren cancelar, tirar abajo, destruir o que la masa juzgue y linche, son la verdadera putrefacción de cualquier nación que se pretenda ilustrada. La parte menos civilizada de una sociedad que anhele prosperar, y por lo tanto tiene que dejar de darle visibilidad a vulgares integristas que envilecen todo a su paso.

Esa altiva y orgullosa ignorancia es la que recorre de parte a parte el país como un escalofrío, causando la perplejidad y la indignación de los mesurados y los comedidos, que son una mayoría silenciosa frente a la minoría vocinglera, tan desagradable. Esa minoría que estuvo bramando memeces en una presentación del libro de Ivars en Sevilla, convirtiendo el vestíbulo de una biblioteca en una lonja de charos y mastuerzos.

Hay nervios y se nota. Lo que hay en juego es el devenir de una industria de género que sólo en España mueve cientos de millones al año, alimenta muchas bocas y coloca en puestos de chiringuitos a demasiados sinvergüenzas vividores y vividoras que quieren seguir aferrados al negocio y dentro de las instituciones en las que se encuentran incardinadas.

Estos sujetos animalescos, aunque asilvestrados y de escaso raciocinio, sí pueden oler que un cambio flota en el aire. Perciben en el ambiente que poco a poco van perdiendo la supremacía ideológica que durante años impusieron con coacciones, amenazas y una apisonadora mediática.
Y, como todos los animales, tienen que mirar por el sustento. Y presienten que se quedan sin comer.

La Paqui en Princesa


Artículo publicado originalmente en La Gaceta.

La suya fue una vocación tardía. Originaria de Los Corrales, humilde pueblecito de la provincia de Sevilla, hizo su viaje al norte para emplearse en la cosecha del espárrago en la Comunidad Foral de Navarra, donde conoció a Santos Cerdán, alma gemela. 

Todo historia de amor tiene sus altibajos, pero Santos se había iniciado en las actividades mafiosas a nivel regional, que luego intensificó para conseguir y mantener el poder del PSOE, colocando a Bildu en Pamplona o aprobando la amnistía de Puigdemont; aunque su verdadero interés radicaba en aumentar sus beneficios mediante licitaciones con empresas.

'La Paqui', con esperanzas de altos vuelos y el signo del euro en la mirada, vivió su punto de inflexión al mudarse a Madrid hace 10 años. Para cualquier personas con aspiraciones, Madrid es el lugar donde se desarrollan o se estrellan los sueños de los españoles periféricos, un pozo de ambición que enriquece, engulle o vomita a siete millones de almas. Todo pasa por la capital.

Pero las cosas empezaron a ir relativamente bien (antes de ir francamente mal) y como todo defensor de lo público, lo primero que hizo fue inscribir a su hija en una universidad privada.
En la organización criminal PSOE su marido tenía un puesto destacado, era uno de los capos, mano derecha del número 1 y con acceso a reuniones con empresarios, así que el matrimonio pudo mudarse del pisito de 40 metros a un ático de 160, tres habitaciones amplias y dos baños, con terraza en la céntrica calle Hilarión Eslava, pagado por Servinabar. Y allí se rindieron a la vida a todo tren del gañán sociata, del tratante de ganado venido a más.

'La Paqui' se comportaba un poco a la manera de las acompañantes medio putas medio amantes de los hampones de un universo que parece salido del cine de Scorsese, como apuntaba por estos lares Hughes. En Uno de los nuestros, Jimmy Conway, el personaje que interpreta Roberto De Niro, llama la atención a los compañeros de banda por la excesiva ostentación después de un lucrativo golpe, reiterando en que había explicitado discreción, perfil bajo, nada de abrigos de pieles ni coches de alta gama por un tiempo. 

'La Paqui' fundía con espontánea desfachatez la pasta de la trama entre muebles en El Corte Inglés y restaurantes de lujo, donde se llegó a gastar, de una sentada, 7.470 euros, que son muchos solomillos, por muy pantagruélico festín que te pegues con dinero negro. Pero nada comparable al 1.801.914 que se llevó Santos por un día de trabajo, en el pelotazo en el puente del Centenario.

Algunos de la banda de Sánchez alzaron la voz, como hacía De Niro, sobre la falta de mesura de 'la Paqui', a la que ya conocían todos los empleados de El Corte Inglés, que es el elixir de la clase media con pretensiones. Como es gente bastante profesional, los trabajadores le atendían sin sospechar en su derroche motivos secretos y condenables.
Ella disfrutaba de la buena posición crematística gracias a la hegemonía sin sentido del sanchismo, en una España de gánsteres y periodistas rastreros convenciendo a la población de que la única alternativa al socialismo trincón era la ultraderecha con sus bulos y su fango. Sánchez o el fascismo. 

Y pa'lante. 'La Paqui' se dedicó a la vida del bon vivant hortera, pero mantenía aún dentro lo rural, y cuando se hicieron ver los primeros medios de comunicación por el ático, sacó lo peor de ella, como cuando se puso como una energúmena con la periodista Irene Tabera. Gruesas palabras dijo, impropias de la mujer que acompaña al número tres del partido del Gobierno:  "Estoy hasta los cojones de este puto país", vociferaba nuestra chabacana de Chamberí. Lo que, me tendrán que disculpar, no son formas de referirse al lugar que te lo dio todo (o se lo robaste, bueno) y te permitió temporalmente una vida de áticos, planta noble en centro comercial de abolengo y restaurantes con cuentas de más de tres cifras.

Con el marido saliendo de la cárcel, Ábalos y Koldo entrando y Begoña y el puto amo calentando la banda del Supremo, llegan a su fin los sueños de ambición de una muchacha de un pequeño pueblo sevillano, que sólo quería poder sacar y fundir la tarjeta de crédito y ser reconocida y admirada en El Corte Inglés de Princesa. Allá donde se cruzan los caminos. 

Activistas contra Newton


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Me asalta un titular de Público, uno de esos panfletos para gente intelectualmente vulnerable, que dice tal que así: "Colectivos antirracistas acusan al Gobierno vasco de ceder al discurso de la ultraderecha al informar sobre la procedencia de los detenidos por la Ertzaintza".

Lo primero que hago es verificar que no sea una cuenta parodia, de esas que tanto abundan y que, en clara intención de ridiculizar a nuestro gobernante bloque de progreso y a sus terminales mediáticas, a veces se vuelven indistinguibles de las oficiales, generando confusión y ruido.

Tras la pertinente comprobación, me veo fascinado una vez más por el espectáculo de una ideología reducida a la categoría de mera caricatura. Algo sorprendente pasa con los proclamados antirracistas. Si los datos no son los que ellos desearían, quieren imponer que se oculten. Enterrados en el silencio oficial para no estropear el relato del que chupan.

Oponerse tozudamente al conocimiento documentado no va a servir para que algo mejore o se dejen de cometer delitos, al igual que puedes estar en contra de la ley de la gravedad, pero la manzana va a seguir cayendo.

Exigen contar algo sin decir toda la verdad. Si la realidad no nos conviene, impugnamos la realidad. Porque, ya lo habrán adivinado, la información, desoladora y fríamente expuesta como titulares, datos y estadísticas, es racista.

Hay una emblemática escena en La vida de Brian en la que un personaje, un hombre con autodeterminación de género que exige ser llamado Loretta, quiere además dar a luz, y ante la incredulidad de sus correligionarios, que le explican que la ausencia de matriz al ser varón biológico le impide gestar al niño (salvo que lo haga en un baúl) la mujer del grupo trata de romper una lanza a su favor, y razona que aunque no pueda dar a luz, puede aceptarse su causa como un símbolo de la lucha contra la opresión, a lo que el más sensato de todos apostilla: "es un símbolo de su lucha contra la realidad".

Lo que piden estos mendrugos es que las informaciones se sigan dando pero sesgadas. Informar pero poquito. Con circunloquios y acrobacias verbales. Ya sabe. Un joven. Alguien hizo algo en alguna parte. Una persona venida de un sitio de cuya procedencia no podemos especificar. Con el consiguiente silencio, por supuesto, de los políticos y fauna adyacente cuyo sueldo y puesto dependen de venderle a la gente el esplendor en la hierba, y sigan caminando que aquí no hay nada que ver. 

Si la Ertzaintza se empeña en dar la información completa, estos colectivos invitan a la sociedad a actuar simplemente como si la información no existiera. U oponerse con firmeza y tesón a ella, aunque volvemos a Newton y la manzana. 

Una forma muy común de luchar contra el fascismo es aplicar de forma contundente la censura. Si usted, señor agente, sigue empecinado en dar todos los datos, no nos quedará otro remedio que invitarle a que cambie de actitud. Y tendrá que dejar de decir esas cosas, por las buenas o por las malas. No querrá que le señalemos como ultraderecha. Que aparezcan pintadas en la puerta de su casa. O que le pase algo a usted o a su familia.

Estos sórdidos activistas prefieren meter la sesera bajo tierra y que la gente siga viviendo en un mundo ignoto, sin proporcionar las herramientas suficientes para que puedan sumar dos y dos. Como si eso bastara para mantener al personal agilipollado, sin ser conscientes de la verdad de lo que les rodea y atañe. 

Son tan obtusos y fanáticos que en un radiante día de verano, a las cinco de la tarde y con un sol cegador, ellos pueden mirar al cielo, arrugar la nariz, y decirte que es de noche. Si tú observas la luz estival reflejada en el agua, y tratas de aseverar, incrédulo, que sigue siendo de día, serás de forma inmediata catalogado como facineroso.

Ejercen con maestría desvergonzada el vivir al margen de la realidad sin que ello suponga ningún obstáculo. La connivencia con el delito es su estado natural, y aunque tú puedas aludir que ante cualquier hecho noticioso, es obligación del comunicador informar si el implicado es de Bedelia o de Argelia, ellos nunca dirán que eso es estigmatizar a los orensanos, así que habrá que preguntarse quién es el racista.

Los colectivos acusan al gobierno vasco, lo que es irónico, ya que el PNV es de orígenes profundamente xenófobos, pero porque son herederos intelectuales (es un decir) de Sabino Arana, aquel pirado prenazi.
El País Vasco tiene un problema grave, con localidades en situación crítica en cuanto a inseguridad, y es algo que trasciende a otras zonas de España.
Querer que la autoridad se autocensure sólo retrasará más una situación insostenible, que tarde o temprano terminará desbordando todo desesperado intento de tapar el sol con un dedo. Y algo me dice que, cuando violan a tu hija o atracan a tu hermano, de poco sirve ese burdo chantaje de llamar a todo el mundo facha.

19 de noviembre de 2025

Para poner en los institutos


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Ha tenido bastante impacto la entrevista de Xabier Fortes, fiel comisario político-mediático del ente público manejado por el sanchismo, al historiador mexicano Fernando Zunzunegui. Tras el espectáculo brindado, al gallego le han llovido tantos palos por todos lados que parecía una piñata, y el pobre diablo contestaba de uñas en redes sociales, defendiéndose como gato panza arriba, sin querer aceptar el ridículo al que se vio abocado por su propia incapacidad y, para mayor oprobio, en su propio terreno, mojándole la oreja en la que de momento es su casa. 

Porque son bastantes los que ya han escrito en profundidad desmontando la versión labrada por nuestros enemigos históricos (Iván Vélez, María Elvira Roca Barea, Marcelo Gullo) pero ninguno había ido a TelePedro a darle con el libro en los morros a uno de los más notorios propagandistas. Zunzunegui llegó, vio y triunfó. Sin perder en ningún momento la compostura.

No soy de dar la lanzada al árbol caído (o algo así) pero esto había que saborearlo, porque en un contexto de apisonadora mediática de la izquierda y lucha por imponer su relato, siempre está bien que disfrutemos de pequeñas victorias intelectuales, aunque el rival sea de tan poca entidad.
Es noticia por lo novedoso, ver en TVE una defensa semejante de una visión hispanista rigurosa, allí donde normalmente imperan la demagogia, la desinformación y la carroña de trinchera.

Uno casi siente compasión por el lastimoso inútil de Fortes, sudando en frío cuando tenía delante a una persona preparada que sabe de lo que habla, y no a uno de los políticos zascandiles de discurso prefabricado, de los que le suelen mandar para que les pase un poco la mano por el lomo, acompañado a veces de otros periodistas igual de serviles al poder, que dejan la marca RTVE como una sucursal más del PSOE.

Fortes, con su indisimulable gesto de garrulo montaraz, intentaba contragolpear pero de manera torpe e ineficaz, ya que en frente no tenía a otro lacayo llamado a plató a esputar la versión gubernamental y repetir el catecismo oficial, sino a un historiador libre, independiente y formado, que de manera educada pero contundente iba desarmando los clichés y prejuicios que le servía el presentador, como balones toscamente entregados al rival.

Una entrevista que debería ser de visión obligatoria en los institutos, como ejemplo de desmontar con datos y eficacia una historiografía mendaz que ya chirría, y también para que los jóvenes vean a un lambiscón del Gobierno hacer el ridículo con todas las de la ley, pero sin otro culpable que él mismo. Alguien debería haber parado aquello a tiempo, porque cuando acabó, al supuesto periodista no le quedaba ni un ápice de dignidad, tras semejante soba.

Con los cambios que están experimentando nuestras formas de relacionarnos con el pasado, donde ya no se acepta con plácida mansedumbre versiones oficiales pergeñadas por sibilinos hispanófobos y acomplejados dogmáticos, con una visión parcial y torticera de una historia compleja y llena de claroscuros, cada vez más personas saben que lo que creían cierto no eran más que construcciones maniqueas realizadas por las potencias enemigas en el pasado, y por la izquierda endófoba en la actualidad. 

Contar el Descubrimiento y conquista o la Guerra Civil como una narración simplista de malvados e inocentes, de saqueadores y saqueados o fascistas y demócratas, supone un ataque directo a la más elemental inteligencia del receptor.
Desde el marxismo cultural sienten una malsana atracción por todo lo que implique demonizar España, y eso conlleva magreos con bilduetarras y discursos enajenados sobre plurinacionalidades disparatadas.

Frente a la izquierda cochambrosa que compra y difunde sin pudor la leyenda antiespañola, reivindiquemos y hagamos bandera de la humilde y noble entereza de un mexicano defendiendo en soledad la gran epopeya de la hispanidad.

16 de noviembre de 2025

Son sus chicos


Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Son los de la batalla campal en la universidad navarra del otro día, se llaman Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), van de negro (inspiración de la Marcha sobre Roma, supongo), Otegi les parece un carcamal burgués demasiado integrado en el sistema y Vito Quiles un peligroso fascista. Es verdad que al Arnaldo terrorista, al Arnaldo secuestrador, le gustaba jugar a la ruleta rusa con su rehén, y el asesinato de Miguel Ángel Blanco le pilló relajándose en la playa, pero a estos cachorros del independentismo radical vasco, el currículum de una vieja gloria no les impresiona, y seguramente no sepan quién era Blanco, porque no habían nacido y no son jóvenes muy propensos a los libros, a documentarse, o a cualquier tipo de inquietud que no sea la violencia, el calimocho y el despropósito ideológico.

En el campus, además de enfrentarse a la policía y reventar una conferencia (la libertad de expresión no es antifascista) la emprendieron a golpes contra un periodista, le arrearon entre cinco, porque si algo sabemos de estos hijos de la endogamia, es que no hay en España grupo político ni humano más cobarde que los abertzales, sólo emparejados con las ratas de cloaca. 

De sus hermanos mayores, los etarras, era conocida su tendencia a perder el control de los esfínteres en el momento de la detención. Uno de los casos más notorios fue el del Carnicero de Mondragón, que el GAR lo encontró en Hernani escondido dentro de un agujero en una habitación, y se había hecho las deposiciones encima. Es verdad que de aquella el GAR solía tirar a matar, aunque poco lo hizo, para mi gusto.

Nuestra izquierda más detestable de lo que ellos mismos llamarían "estatal" aplaudieron la labor de los encapuchados de Navarra como un heroico acto de resistencia antifascista. Ellos reflexionan (es un decir) sobre la importancia del enfrentamiento, de pararle los pies a la ultraderecha, aunque la ultraderecha sea una conferencia de un chaval en camisa o un periodista con una alcachofa al que mandaron a currar allí.

Dentro de unos días se cumplirá medio siglo de la muerte de Franco y siguen los zumbados agitando espantajos que ya sólo habitan en sus seseras. Hoy en día, ese sobado antifascismo únicamente es un salvoconducto para aglutinar a mermados, adolescentes desamparados con el núcleo familiar reventado, tontos de babero sin muchos objetivos vitales, chavales pirando clase en el instituto y nostálgicos de la hoz y el martillo que nunca han cogido una pala o un taladro.

Se convocan siempre para hacer multitud y hacen de cualquier intento de debate público una atmósfera insostenible. Dentro de su limitadísima percepción de la realidad, sólo pueden hablar los que ellos consideren, y la única noción de intercambiar ideas es darse la razón mutuamente en una herriko taberna, o cualquier antro ultraizquierdista de mala muerte de esos con un montón de pegatinas por las paredes y olor a bayeta de fregar.
Se remueven entre populismos regresivos, el provincialismo más primario, el subidón de la cacería y el sentido de pertenencia cuando van en manada.

Esto ya pasó hace años (qué viejos nos estamos haciendo) con Rosa Díez y los que luego fundarían Podemos. Fue en Madrid y en una versión menos violenta, pero en un sitio que era una sucursal de los batasunos en la capital. Los comunistas en Madrid, desde la era ZP y el fin de los asesinatos, muestran una abierta simpatía y mutua complicidad con la izquierda abertzale, sobre todo ahora que están en el Congreso.

También el estrambótico dúo de los Iglesias-Montero hablan mucho del antifascismo y esa retórica exaltada de lucha y combate, aunque en cuanto notan algún movimiento cerca llaman al GRS, porque las pulsiones revolucionarias son mucho más provechosas cuando tienes a la Guardia Civil de tu lado.

La triste novedad, síntoma de estos tiempos, presumo, es que antes los abertzales, los batasunos del entorno de ETA, tenían el apoyo de los suyos, en sus nichos y fortines, y poco más; en la sociedad española había un consenso donde se rechazaba ese delirio supremacista de los zumbados legatarios de Sabino Arana y sus gudaris palurdos homicidas.

Pero ahora, esa escisión revoltosa de Sortu, con un radicalismo activo que ha vuelto a brotar gracias al blanqueamiento y al pacto PSOE-Bildu, tiene la simpatía de cualquier pelafustán de, yo qué sé, Sanlúcar de Barrameda y afiliado a IU, que da palmas con las orejas y celebra lo que pasó en la Universidad de Navarra, más contento que si el RKKA hubiera izado la bandera soviética sobre Berlín. 

Y eso va desde ese afiliado gaditano hasta tertulianas analfabetas de berrido en televisión, pasando por tuiteros anónimos que vuelcan sobre la red sus miserias hasta llegar a ministros del Gobierno. Porque ese ruido y ese desorden violento vendido como freno a la ultraderecha le viene genial a Pedro Sánchez, partidario de agudizar las cosas y enfrentar, ponerlo todo en el punto de ebullición que le gusta a él, que es al máximo. Nos conviene que haya tensión, decía su mentor. Y, a fin de cuentas, los encapuchados de las agresiones son sus socios. Son sus chicos.

7 de noviembre de 2025

Contra las mujeres (II)



Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Lo peor del caso de la manada de Pamplona de 2016, en un suceso donde ya de por sí todo es malo (por zafio, por vulgar, por corrosivo, por sórdido, por populista) es que sirvió para cebar los programas especuladores del amarillismo vendiendo estiércol televisado, y también la furia de las masas, en una sorprendente representación callejera de ira y cólera contra jueces, cuando ni siquiera había salido publicada la sentencia. 

Fue un punto bajísimo de inflexión donde se dejó de actuar como un país maduro, o mínimamente civilizado, y se dio rienda suelta a los más viles instintos, los de los tribunales populares y linchamientos colectivos. Los de las verduleras y los campesinos que van a tirar frutas y hortalizas podridas a los acusados, camino del patíbulo medieval. 

Vimos turbas movidas por grandes intereses, creyendo que las condenas las dictan las calles vociferantes. Evidentemente el frenético feminismo oficial, el único que se puede profesar de forma imperativa, se frotó las manos y quiso dar rienda suelta a sus elaborados eslóganes donde, en esencia, todos los hombres son violadores en potencia y todos los jueces machistas en ejercicio. Y fachas.
Aquello fue un espectáculo que impactó por lo aberrante. Netflix realizó un documental, porque saben a qué público dirigen su telemierda. Hasta una ley sacaron las folclóricas activistas metidas a políticas y legisladoras, con los resultados que todos sabemos.

En la manada navarra de 2025 no hay manifestaciones de exaltados, políticos pescando en el río que ellos revolvieron ni, al aparecer, alarma social ante el terrorismo machista. El único motivo es que a la chica no la violaron los hombres correctos para el negocio. Si no hay rédito político y mediático, la víctima importa una higa. 

La chica, violada y robada por cuatro magrebíes (tres de ellos con orden de expulsión), fue encontrada semiinconsciente bajo un árbol, en el asentamiento ilegal donde los cuatro malvivían entre desperdicios y que era un punto de venta de droga. En el Ayuntamiento de Bildu, que gobiernan gracias a sus compinches del PSOE, tenían conocimiento de ese campamento, pero los proetarras no movieron un dedo.

En los canales y redes oficiales de las que han hecho del ultrafeminismo un modo de vida resuena un silencio que impresiona. Como si nada hubiera pasado porque, de cara a sus intereses, no ha pasado nada. Cuesta asimilar tanto rastrerismo, tanta hijoputez. Porque manadas similares han sido una constante desde ese lejano 2016. Más de las que se podrían asimilar si llegaran al gran público.
Violaciones brutales y salvajes, con un denominador común. Muchas no trascienden, de otras nos enteramos los de siempre. Y lo que son los políticos progres, si se enteran, no dicen ni Pamplona.

Seamos sinceros. Una sociedad donde una presentadora millonaria de un programa estrella, ante al apuñalamiento de un bebé, su primera reacción es lamentar que eso sea "un regalo para la ultraderecha" es una sociedad profundamente enferma. 

Sigamos siendo sinceros. Un ministerio que funde millones de euros del contribuyente en auténticas chorradas, y no mueve ni una ceja ante las violaciones constantes de las mujeres de su país, es un ministerio que no tiene que ser cerrado. Tiene que ser dinamitado, con una detonación programada, controlada y monitoreada en tiempo real. Y declarar el solar como suelo no urbanizable, para que no se pueda volver a construir nada parecido en el lugar.

Un profesor y militante de Izquierda Unida (combinación que se da bastante) de Orense está huido y en busca y captura por la violación de una menor de edad, en abusos continuados en el tiempo, durante al menos cuatro años, desde que ella tenía 12. 

El exlíder de En Marea tuvo la complicidad de tres profesoras que no creyeron a la chica y la invitaron a marchar del centro educativo "por si se suicidaba". La chica terminó abandonando el colegio por presiones del entorno escolar y de la dirección, que se pusieron en todo momento de parte de su violador. 

Martiño Ramos era de izquierdas, y cuando esto ocurre, ni hay hermanas, ni te creen, ni nada que ver ahí, en ninguna plataforma.
A la menor le ha destrozado la vida (ingresos en Psiquiatría y 34 kilos de peso) y el podemita sigue en paradero desconocido. Huido con la complicidad de, al menos, tres mujeres. Mujeres contra mujeres. Y de nuevo, por no ser violada por la persona correcta. Digieran como puedan esta información.