14 de octubre de 2025

Contra las mujeres



Artículo publicado originalmente en La Gaceta

Una de las muchas causas que abandera la colación del verdadero progreso es la del feminismo. El suyo. Sobre el término, sus connotaciones, la industria empresarial alrededor y la mercantilización de las tragedias se ha escrito mucho y casi siempre muy bien, así que no creo que pueda rascar nada nuevo a ese respecto; aunque los disparates en este país siempre se renuevan para arremeter con inusitada fuerza. Te asomas a las noticias como el que se asoma al abismo.

Sí que parece evidente que todo el entramado gubernamental y sus apéndices mediáticos está diseñado para ir en contra de las mujeres. De forma frontal, descarada, con saña. Las quieren dogmatizadas, beligerantes en las causas institucionales, fáciles de pastorear. Nacieron políticamente para obedecer, callar y ser constantemente víctimas.

Y en ese aire de nihilismo moral, a la mujer no se le puede explicar las consecuencias que acarrea un aborto, aunque hasta las cajas de aspirinas vienen con un prospecto alertando de los posibles efectos adversos. Tienen que poner un aviso en las series y películas en las plataformas de streaming si va a salir lenguaje malsonante, desnudos, violencia física y verbal, drogas y otras abominaciones contra las que lucha el clero woke; pero no puedes recibir información sobre lo que puede suceder en tu cuerpo y en tu mente tras un aborto. Eres mujer, y por lo tanto, papá Estado socialista sabe lo que es mejor para ti. En este caso, lo que no tienes que saber.

La ciencia es algo misterioso, hoy en día no se puede afirmar nada con absoluta certeza, ya que vivimos en tiempos de tamaño relativismo, que puedes decir, verbigracia, "el sol sale por el este", y alguien se acercará y te replicará: "bueno, ésa es tu opinión". Por eso tampoco son capaces de decir lo que es una mujer. Algo, alguien, todo, nada, a saber. Un ente. Una afirmación. Un constructo social. Mujer es quien dice serlo. Como si yo digo que soy Angie Dickinson.

La izquierda turuleta le quiere hacer creer a las mujeres que lo moderno y lo cool, lo de verdad progresista, es ponerse la pestífera kufiya y salir a pegar berridos a favor de ese enclave palestino, vociferando consignas antisemitas. Esa alianza delirante de feminismo radical e islam radical, donde la punta de lanza hoy es Hamas, ofrece una desintegración total de la mujer como objeto de derecho, teniendo en cuenta que bajo las más estrictas leyes de la sharía la mujer tienes menos consideración que una cabra. 

Hay un horror arcaico en el integrismo religioso con esa mentalidad sanguinaria que segó la vida de los inocentes del 7 de octubre, las normas civilizatorias por las que nos regimos no sirven de nada bajo el reinado del terror, pero se está muy a gusto manifestándose por la Puerta del Sol, antes de irse a cenar con los coleguis.

Dejan a las mujeres maltratadas a merced de sus agresores con esas pulseritas inservibles, cacharros inútiles cuya negligencia, al parecer, fue por los prejuicios de Irene Montero sobre la empresa israelí. Le pareció poca irresponsabilidad haber legislado a favor de violadores en la calle, mezclando inutilidad con esa desesperante falta de sesera; entre aspavientos, ceño fruncido y fauces abiertas. La suprema arrogancia que exhibe el personaje hace que la inferioridad lamentable de su intelecto resulte todavía más ridícula. Un juguete roto de la política de zanja, buscando causas a las que servir, de Igualdad a Europa, de los machirulos a Gaza, y de ahí a donde sea mientras dé de sí, y luego ya quede lista para ser arrojada a la basura de las cosas que ya han cumplido con sus fines.

Y no hace falta entrar en guerra de datos y batallas de estadísticas (sobre todo porque discutir números es como negar que el agua del cielo cae de arriba hacia abajo o que dos y dos son cuatro) porque la mayor prueba empírica de que las calles son más inseguras es salir a la calle. Lo saben las mujeres, lo saben sus amigas, los saben sus padres, lo saben sus hermanos y lo saben sus maridos o novios.
Hay más miedo a pasear sola por ciertas zona (ya casi todas) con luz y de noche, los espray de pimienta están a la orden del día y las matriculadas en clases de defensa personal y artes marciales no paran de crecer. Eso no es ningún bulo de la ultraderecha ni corresponde a una teoría de la conspiración.

Por eso resulta muy reconfortante cuando hablas con una mujer independiente, culta, inteligente, con una vigorosa fuerza interior y esa serena lucidez de quien sabe lo que quiere; lucidez construida a base de libros leídos, vida vivida con los ojos sorprendidos de mirar y la mente autónoma. Con una aversión instintiva hacia todos los intentos de colectivismo. Ninguna retoza en ese muladar ideológico que tratan de imponer desde el oficialismo. Y saben que, hoy en día, es ese poder el más peligroso para ellas, porque va contra todo lo que las hace libres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario