18 de diciembre de 2010

La otra cara de la vida


Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga eran una pareja con alma y personalidad propia en el mundo del cine. Juntos, uno tras la cámara y el otro escribiendo guiones, hicieron algunos de los mejores análisis del ser humano de los últimos años, de sus miedos y temores, de la pérdida y el deseo, el sufrimiento y el coraje que necesita de las adversidades para crecer. Eran historias entremezcladas que se encontraban en un punto en común, de narración compleja, atravesadas por esas casualidades de la vida donde todos podemos llegar a converger en un mismo lugar, en esta maraña de personas y sombras. Así eran las geniales, genuinas y sobrecogedoras Amores Perros, 21 Gramos y Babel. Pero el divorcio profesional del exitoso dúo les hizo seguir sus caminos por separado. Ya no pondrían más su talento en común al servicio del séptimo arte.
Arriaga se pusó por primera vez como director al frente de un guión propio en Lejos de la tierra quemada, una nueva historia de sentimientos frustrados en la que es reconocible la seña de identidad de sus anteriores guiones pero que flaquea sin el sello de Iñarritu, aunque es visualmente poderosa y da algunas pistas de lo que este guionista puede llegar a ser también como director.
El talento con la pluma necesita de una mano maestra en el rodaje para pasar al celuloide lo que se gestó sobre papel. Sólo un genio puede poseer el talento para brillar en ambas actividades. En la historia del cine, el maestro Billy Wilder fue quien más destacó en la perfecta combinación de estas dos facetas.

Biutiful es la primera aventura de Iñárritu en "solitario", aunque se mantiene fiel a su universo, pese a no hablar en esta ocasión de tramas paralelas que eran la marca de identidad de Arriaga, y entrega sola una historia al servicio de Javier Bardem (que probablemente nutrirá con un puñado de premios su ya espléndida carrera), que crea una personaje tan veraz como duro dentro de una sociedad en ruinas. El español interpreta a un ex yonqui hastiado y desencantado de la vida, con un don para hablar con los muertos y una mujer desequilibrada, que subsiste con negocios turbios, desahuciado por los médicos y habitante de una Barcelona tan sórdida y deshumanizada como los personajes que muestra la película, huéspedes de casas de degradación y podredumbre, donde habitan la enfermedad y la miseria, el desamparo y la lucha por la vida.
Si usted es de los que siente gozoso placer de acudir a cine con las últimas comodidades y modernos, a ver comedias románticas americanas donde los chicos visten camisas impecables, juegan al golf, toman cóckteles caros y hacen fiestas en su apartamento de la Quinta Avenida mientras cuentan lo mucho que sufren en sus peripecias en el amor y el trabajo, y luego disfruta saliendo a la noche con los amigos creyendo que está en un episodio de Sexo en Nueva York, Biutiful no es su película. Porque el director muestra otra realidad alejada de los grandes escaparates y centros comeciales; enseña los barrios que existen en el patio trasero de todas nuestras ciudades, donde coexiste la penuria y la inmigración ilegal, la droga y la prostitución, las familias desectructuradas sin muchas oportunidades de mejorar su realidad con la suciedad y el hedor de lo turbio.
Es una cinta de ambientes desoladores, de inframundos que están al lado del nuestro pero que pocas veces se repara en ellos; una película de narración simple que intenta mostrar la vida de un solo personaje y también la de aquellos que le rodean en el filo de la legalidad, donde la visión del mar se ve empañada por las antenas parabólicas y el cielo se ensucia con el humo de las chimeneas de las fábricas.
Hay quien ha calificado la obra de impostada y pretenciosa. No logro percibir tales cosas. Tampoco capto un buscado y autocomplaciente sentimentalismo. Si acaso una falta de nervio en algunos momentos, pero es imposible no sentir empatía ante el desgarro y el sufrimiento de lo que se ve y se oye en la pantalla; todo es creíble y real en la supervivencia angustiosa y amarga de los moradores del margen de la sociedad, de los explotados y esa mujer con la posibilidad de regresar a su país con un dinero que allí la convertiría en rica pero con un sentimiento de culpa y solidaridad tan humano como esperanzador.
Biutiful comienza con unas imágenes que adquieren significado en el epílogo, depués de acompañar a un inmenso Bardem por el camino del dolor y el infierno particular, intentando no ahogarse en el fango que le rodea, organizando a duras penas su mundo y construyendo la digna labor de hacer que sus hijos lo recuerden.

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