9 de marzo de 2015

Lógica



Reconozco que hay determinados estímulos que no responden a algo obligatoriamente racional, se basan en la intuición, el instinto o algo parecido a la memoria. Sucede con los elementos hermosos, esas visiones de algo que nos maravilla y que no es posible (tampoco necesario) explicar con palabras. Lo captas o no lo captas, te llega o no. Paisajes, poemas, canciones, cosas así.
Con los rechazos me ocurre lo mismo. Cada cual tiene sus filias y sus fobias: las mías tienen la ventaja de resultar obvias. Siempre desde la más pura subjetividad, claro. Al menos, trato de no esconderme y ser abiertamente sincero en cuanto a mis pasiones y mis aversiones personales.
Esperanza Aguirre pertenece desde que tengo uso de razón a las segundas.
Y cada vez que aparece su rostro en televisión o en prensa se acentúa y renueva ese desagrado. La última vez fue en la entrevista que le realizó Jordi Évole y que ella finalizó de forma surrealista. Aguantando el mencionado impulso que me lleva al asqueo, hay que reconocer que la condesa consorte posee una fascinante capacidad para el cinismo, para exponer sin rubor su retorcido sentido de una realidad delirante que sospecho sólo existe en su cabeza.
Intento poner en orden mis ideas y buscar dentro de la lógica las razones para tanto repudio. Concluyo que no sólo representa la corrupción generalizada, la prepotencia de la impunidad, los malos hábitos partidistas y una voracidad política de cuchillos largos; Esperanza Aguirre es la grima ética y estética, la ignorancia con poder y el elitismo cateto, la maldad patológica, la grotesca representación de una España en vías de extinción donde se aglutina parte de lo peor de nuestras esencias.

Sus propios líos dentro del partido que tanto la adora y detesta la llevaron a escenificar un paripé de abandono de la primera línea de la política, pero ahora que opta a ese puesto tan jugoso de la alcaldía de Madrid empiezo a temblar ante la sola idea de que consiga el preciado botín. Creo que peor sensación tienen los agentes de movilidad, aquellos que osaron ponerle trabas a la conductora indomable. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío.
Difícil será que como alcaldesa llegue a los límites tan bajos de la sonrojante Ana Botella, donde cada intervención suya era una muestra patética de indigencia intelectual; pero la altivez de Aguirre se basa en creerse por encima del ciudadano común, está embelesada en su propio tintineo de perlas y en esa reconocible actitud de despreciar sin rubor todo lo que se desconoce (cuando fue ministra de Cultura, nada menos, regaló aquel inenarrable “la autora Sara Mago”, para referirse al Nobel fallecido).
Con tantas elecciones este año se presenta un panorama intenso para la política y los que viven de ella, pero fatigoso para la ciudadanía de a pie, saturada de circo y aborrecida de engaños donde todo se sabe una farsa.  Lo mejor es permanecer a resguardo, con la felicidad del que opta por mantenerse al margen, tratando así de adquirir un necesario aislamiento para evitar el vómito.