23 de diciembre de 2018

Participación en Intereconomía

La actualidad de diciembre comentada en directo con Rafael Núñez.


Andalucía desarmada




La literatura y el cine han impregnado el imaginario colectivo de esa idea tan romántica como violenta que, al cacique del pueblo que despóticamente rige los designios de una localidad o comarca, los vecinos le acaban metiendo un tiro y lanzando su cadáver al río o exponiéndolo como escarnio. Fuenteovejuna y todo eso. Cuchillada al mamarracho opresor y todos felices y libres. El propio Vito Corleone, encarnado en un joven De Niro, oscurece el descansillo de un portal de primeros del siglo XX para, gatillo mediante, zanjar el incómodo asunto del cabecilla local, aunque fuera para ponerse él en su lugar.
En España, por fortuna, llevamos un tiempo sin matarnos entre nosotros (excepcionalidad histórica sin precedentes) y los ajustes de cuentas se ejecutan en las urnas. A través de ellas, se desaloja a los amos de cortijos, a sinvergüenzas, golfos y apañadores; a cargos públicos de mano larga y bolsillos obscenamente llenos.

Algo así parece que ha ocurrido en Andalucía, donde llevaban cuatro décadas sin abrir las ventanas y airear las estancias de la Junta, y el olor a podredumbre y a rancio era ya insoportable en los aposentos de los que dirigían el cotarro en la región más empobrecida de España.
Los simples y los bobos buscaran, como es lo suyo, explicaciones simples y bobas, cuando no demagógicas y cínicas, pero lo cierto es que Santiago Abascal no pasó de la intrascendencia de predicar subido a una caja con un megáfono a sacar 12 escaños en las tierras al sur porque haya habido una proliferación de nazis en España, o porque de repente llegara una horda de fascistas de nueva generación. Sólo un necio progre puede mirar la paja de la ultraderecha en vez de la viga de sus carencias y fallos, de la complejidad del juego político y el tremendo error, no asumido por nadie, de que un partido que lleva las palabras Obrero y Español en sus siglas, se alíe con el nacionalismo burgués y supremacista que desprecia todo cuanto de español haya en sus convecinos. Y donde Susana Díaz es legítima heredera del latrocinio y de los ERE, de los Chaves y Griñán, sin haberse molestado en preguntar “¿Y esto de dónde ha salido?”. O Podemos (Adelante Andalucía, se llaman, aunque vayan marcha atrás) hace vergonzantes campañas basadas en series de televisión y Teresa Rodríguez sigue siendo un prodigio de estupidez, presentada como la Khaleesi del reino andalusí.
No se preguntan por qué han salido mejor parados los partidos que no esconden la bandera de España, ni se percataron que un andaluz lo que rechaza es que los mismos que gobiernan en su región, en Madrid le hagan masajes a un tipo como Torra. O por qué Ciudadanos ha ascendido tanto en Cataluña como en Andalucía, que es a donde mandan a Inés Arrimadas los xenófobos de la barretina cuando la líder consigue sacarles de sus casillas con su abrumadora e incisiva lucidez.

Con todas las reservas que se pueda tener sobre Vox y su programa (y en democracia esas reservas se expresan pacíficamente), lo cierto es que gran cantidad de sus votantes son gente de a pie, trabajadores sin aviesas intenciones, currelas honrados, padres de familia abnegados y de buenas maneras. Decía Rafael Azcona, que el problema de los guionistas actuales era que no viajaban en autobús. Algo así pasa con los que alertan de la llegada del fascismo desde sus chalets acorazados, o en casa en pijama tuiteando estupideces sobre la amenaza ultra, en vez de salir a tomar el pulso de la calle, a poner la oreja y escuchar lo que la gente dice, lo que la gente piensa, lo que se habla en la barra de los bares y, sobre todo, lo que opina el que está detrás de esa barra, trabajando 10 o más horas al día. Allí pueden buscar su fascismo, los muy cretinos. Porque esa es la gente que, en Andalucía, han (o intentado) desalojado al PSOE caciquil de sus privilegios nobiliarios y sus votos cautivos. Sin pegar un solo tiro.

17 de diciembre de 2018

Intervención en el programa 'Magazine Y'

Anuncio en el programa de EsAsturias TV, la televisión privada del Principado que más está creciendo, de mi labor de enlace desde Madrid.



                                                             

8 de diciembre de 2018

No saben lo que hacen


Artículo publicado originalmente en La Nueva España




Cuando el Gobierno de Torra, debilitado por la fragmentación de sus socios, corría peligro de caer, llegó la delegación catalana de Podemos y les ofreció una mano amiga para salvar la legislatura. Es curioso comprobar de forma permanente que, los que se dicen “La Gente” suelen estar siempre tan cercanos sólo a la “gente” que es nacionalista, y así, a tantos ciudadanos la revolución de las sonrisas congela la sangre y borra el rictus alegre de los labios. Por esa tendencia de ponerse siempre del lado de los que desprecian al diferente (el nacionalismo, al fin y al cabo, se trata siempre de eso) y no se ocultan para ofrecer un salvavidas a un racista tarugo como el Presidente de la Generalidad.
Se conoce que siempre hicieron buenas migas con los xenófobos del etnicismo, ya mucho antes de que la Presidenta del Parlamento de Navarra estuviera de amena charla con El carnicero de Mondragón, que hizo su propia revolución de corazones coloridos asesinando a 17 personas.
De Podemos, la intuición dice que compadrean con estos movimientos separatistas por una simple cuestión de un denominador común: la hispanofobia. Parece lógico que ellos, politólogos acreditados, sepan de sobra que la hispanofobia carece de matices y es siempre unidireccional, obtusa, corrupta, excluyente y previsible, y que remar con el que llama a los españoles “bestias con tara en el ADN” no les va a generar muchas simpatías entre la ciudadanía de a pie; pero para el partido morado hay algo más importante y es que, como han venido a reventar el orden constitucional y, si pueden, el Estado de Derecho, pues los enemigos de mis enemigos son mis camaradas. Es la política, amigo.
Pero esas amistades peligrosas, y sus cachorros parafascistas de los CDR, están amedrentando, usando la violencia, atacando a españoles no nacionalistas por todo el territorio catalán. No se libran ni los comercios, ni los políticos constitucionalistas (a los que directamente escupen), ni los ciudadanos comunes. Ver que arremeten al grito de “Putos españoles” estremece al pensar si son conscientes de lo que significa España y de quién la forma. O de quién la defiende.

 Realmente, no saben de lo que están hablando, o dónde se están metiendo. No es que suene a amenaza o a ruido de sables, es que esta gente que dio un golpe de Estado y fue a participar en un referéndum ilegal que había sido explícitamente prohibido, se quejaron y lloraron como plañideras desesperadas por cuatro empujones y unos desalojos de colegio. Exagerando sus consecuencias, aumentando hasta el disparate el número de heridos y haciendo el ridículo internacionalmente. Eso sin que hayan intervenido las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad más que de manera superficial, y sin presencia alguna del Ejército. Por eso pienso que, cuando dicen lo de “Españoles de mierda” y actúan con ese desprecio, ignoran realmente que enfrente, para salvaguardar los derechos de esos españoles a los que odian, hay una Policía y una Guardia Civil muy preparada y altamente eficaz, y unas Fuerzas Armadas profesionales con una cualificación que nunca ha sido puesta en entredicho.

Si nos ponemos más rotundos, estos que creen que van a poner de rodillas al país mientras se inventan su propia historia, seguramente están pasando por alto que quieren someter a los ciudadanos de una nación que conquistó un mundo, que forjó una fama de infantería aguerrida e invencible por los campos de Europa y que siempre ha sido belicosa y decidida en la defensa de todo lo que creía. Que frenó en Cartagena de Indias a la mayor flota naval movilizada hasta el desembarco de Normandía y le paró los pies al emperador más ambicioso desde Carlomagno, echando a los franceses de su tierra. Que nunca ha claudicado sin pelear antes, incluso sólo querían “hablar de rendición después de muertos”. Quieren vencer, con dirigentes que huyen como conejos al extranjero cuando tienen la oportunidad, a los que hicieron que el laureado Nelson, con toda su fama y su altísima estatua en el centro de Londres, volviera de Trafalgar en una caja.
Por eso, no creo que, llegado el momento de hacer frente de verdad a la amenaza separatista, los españoles perdonen a los del partido morado aliarse con los traidores. No es de recibo venderse a los enemigos, y eso lo sabemos ya desde Viriato. Y los otros, los que destilan odio y agresividad en Cataluña pensando que tienen la sartén por el mango y el monopolio de la violencia, pues eso, que no saben lo que hacen.