5 de noviembre de 2020

Lo chabacano y lo criminal

 


La nueva ola feminista, como el fenecido 15-M, necesitaba ser abanderada por medio de la apropiación política, pues semejante ejemplar no iba a quedar sin ordeñar. ¡Tiren de las ubres mientras el movimiento dé leche en forma de votos y billetes!
Por supuesto, es una cosa totalmente impostada, irreal, de bajas pasiones e intereses crematísticos para, en un primer momento, regalar puestos entre simpatizantes y afines, y tener entretenida a la vicepresidenta consorte, en última instancia.

Y ahí sigue el feminismo mudable secuestrado por la podemia más descerebrada, con una monstruosa red clientelar y de colocación, y una partida presupuestaria tan abultada que Montero no sabrá a cuánta gente más invitar a merendar, pues imagino que acostumbra a cumplir años cada 12 meses y la siguiente tendrá que ser una tarta más grande. Brillante metáfora del pastel a repartir.

Parece que es una cuestión pecuniaria lo que hay detrás de la obscena riña en redes de Montero y Teresa Rodríguez, las dos intrépidas gracias de la izquierda pop.
El control de una partida de 1,7 millones de euros desató la tempestad, despido durante la baja de maternidad incluido.
El aberrante espectáculo, que sirvió para que la mayoría del público disfrutara como marranos en un maizal, jaleando a las contendientes, tuvo lugar en Twitter y de forma descarnada, con pullas, ganchos al mentón, ajuste de cuentas y alguna resentida amorosa que también apareció por ahí, sin superar aún el haber sido defenestrada detrás de una columna por el líder de la manada. Tuvo Tania (que comparte con Irene la vocación cinegética) la gloria ministerial al alcance de los dedos, pero los caprichos del caudillaje la condenaron al ostracismo.

Uno siente estupor (y algo de pudor) cuando dos chicas jóvenes cobrando del Estado que las mantiene asumen que los trapos sucios se lavan en público, mostrando sus miserias fratricidas en una riña escolar, mientras los demás hacen corrillo para ver cómo se arrastran de los pelos.
En una esquina, Teresa del cortijo andaluz, que cree que los menas son sus niños y que hay que cargarse las estatuas de Colón, y en la otra, Irene de Galapagar, más cascabelera, cuyo referente intelectual es su pareja, dice desde la piscina que este modelo económico es incompatible con la vida y usa la lengua española como escombrera. Una delicia.

El Ministerio de Igualdad, una cochambre que hace las veces de Sálvame político, tiene el mismo prestigio que se le da a una riña tabernaria entre dos chonis.
Pero no es de ahora. Como a la mayoría de los integrantes de ese chiringuito el odio les nubla el raciocinio, Irene y sus huestes se han afanado en causar el mayor daño posible con toda clase de disparates, desde inofensivos hasta criminales. A veces motivadas por el sectarismo, la ira o el rencor. Otras veces por pura maldad.
A saber: Instigaron el movimiento “Juana está en mi casa” para defender a una secuestradora desprovista de sus facultades mentales, colaboraron activamente con la organización criminal Infancia Libre; a su antiguo abogado, José Manuel Calvente, le van a tener que pagar una suma importante por montar una acusación falsa de acoso sexual (¿habrá
hijoputez más grande?), una escolta aceptó también dinero por ser humillada en su trabajo en Villa Tinaja (a por comida del perro le mandaba la señora) y en Baleares han bloqueado todo intento de investigar la red de prostitución a menores.

Además de estas actividades delincuenciales, también se atizan entre sí, con espantosas purgas con los medios mediante, y alguna que otra paliza a algún díscolo que usó sus minutos de micrófono para hablar de más.
En Podemos no queda nadie del núcleo fundacional, de matriz asamblearia y anhelos chavistas, salvo el vicepresidente por accidente.

Si entre ellos se llevan a matar, pueden imaginar lo que les importa la vida de “la gente” y de ese pueblo que venían a salvar de la casta. Vuelan las cuchilladas al costado y los puñales por la espalda, pero entienda el electorado que su máxima preocupación es el ciudadano, no el poder.
Por eso me produce cierta ternura la credulidad y candidez de los votantes de la podemia. Sus inmensas tragaderas, la desconexión con la realidad. Y siempre dispuestos a ser humillados una vez más.
Suena la campa, que vuelvan al centro del ring.