La nueva ola feminista,
como el fenecido 15-M, necesitaba ser abanderada por medio de la
apropiación política, pues semejante ejemplar no iba a quedar sin
ordeñar. ¡Tiren de las ubres mientras el movimiento dé leche en
forma de votos y billetes!
Por supuesto, es una cosa totalmente
impostada, irreal, de bajas pasiones e intereses crematísticos para, en un primer momento, regalar puestos entre simpatizantes y
afines, y tener entretenida a la vicepresidenta consorte, en última
instancia.
Y ahí sigue el feminismo
mudable secuestrado por la podemia más descerebrada, con una
monstruosa red clientelar y de colocación, y una partida
presupuestaria tan abultada que Montero no sabrá a cuánta gente más
invitar a merendar, pues imagino que acostumbra a cumplir años cada
12 meses y la siguiente tendrá que ser una tarta más grande.
Brillante metáfora del pastel a repartir.
Parece que es una
cuestión pecuniaria lo que hay detrás de la obscena riña en redes
de Montero y Teresa Rodríguez, las dos intrépidas gracias de la
izquierda pop.
El control de una partida de 1,7 millones de euros
desató la tempestad, despido durante la baja de maternidad incluido.
El aberrante espectáculo, que sirvió para que la mayoría del
público disfrutara como marranos en un maizal, jaleando a las
contendientes, tuvo lugar en Twitter y de forma descarnada, con
pullas, ganchos al mentón, ajuste de cuentas y alguna resentida
amorosa que también apareció por ahí, sin superar aún el haber
sido defenestrada detrás de una columna por el líder de la manada.
Tuvo Tania (que comparte con Irene la vocación cinegética) la
gloria ministerial al alcance de los dedos, pero los caprichos del
caudillaje la condenaron al ostracismo.
Uno siente estupor (y algo
de pudor) cuando dos chicas jóvenes cobrando del Estado que las
mantiene asumen que los trapos sucios se lavan en público, mostrando
sus miserias fratricidas en una riña escolar, mientras los demás
hacen corrillo para ver cómo se arrastran de los pelos.
En una esquina, Teresa del
cortijo andaluz, que cree que los menas son
sus niños y que hay que cargarse las estatuas de Colón, y en la
otra, Irene de Galapagar, más cascabelera, cuyo referente
intelectual es su pareja, dice desde la piscina que este modelo
económico es incompatible con la vida y usa la lengua española como
escombrera. Una delicia.
El
Ministerio de Igualdad, una cochambre que hace las veces de Sálvame
político, tiene el mismo
prestigio que se le da a una riña tabernaria entre dos chonis.
Pero
no es de ahora. Como a la mayoría de los integrantes de ese
chiringuito el odio les nubla el raciocinio, Irene y sus huestes se
han afanado en causar el mayor daño posible con toda clase de
disparates, desde inofensivos hasta criminales. A veces motivadas por
el sectarismo, la ira o el rencor. Otras veces por pura maldad.
A
saber: Instigaron el movimiento “Juana está en mi casa” para
defender a una secuestradora desprovista de sus facultades mentales,
colaboraron activamente con la organización criminal Infancia Libre;
a su antiguo abogado, José Manuel Calvente, le van a tener que pagar
una suma importante por montar una acusación falsa de acoso sexual
(¿habrá hijoputez
más grande?), una escolta aceptó también dinero por ser humillada
en su trabajo en Villa Tinaja (a por comida del perro le mandaba la
señora) y en Baleares han bloqueado todo intento de investigar la
red de prostitución a menores.
Además
de estas actividades delincuenciales, también se atizan entre sí,
con espantosas purgas con los medios mediante, y alguna que otra
paliza a algún díscolo que usó sus minutos de micrófono para
hablar de más.
En Podemos no queda nadie del núcleo
fundacional, de matriz asamblearia y anhelos chavistas, salvo el
vicepresidente por accidente.
Si entre ellos se llevan a matar,
pueden imaginar lo que les importa la vida de “la gente” y de ese
pueblo que venían a salvar de la casta. Vuelan las cuchilladas al
costado y los puñales por la espalda, pero entienda el electorado
que su máxima preocupación es el ciudadano, no el poder.
Por eso me
produce cierta ternura la credulidad y candidez de los votantes de la podemia.
Sus inmensas tragaderas, la desconexión con la realidad. Y siempre
dispuestos a ser humillados una vez más.
Suena la campa, que
vuelvan al centro del ring.