¿Cómo se atreve a esgrimir ante este tribunal el
argumento de la actitud del vecindario? La ley no se somete a nadie, ni cuando
son pocos ni cuando son muchos.
Tom Wolfe- La hoguera de las vanidades.
Tom Wolfe- La hoguera de las vanidades.
Sin entrar a valorar los
hechos ocurridos y la naturaleza animalesca de los acusados, y más allá de
análisis de tipo jurídico que tendrán que cotejar los profesionales
pertinentes, parece que si algo ha dejado al descubierto el caso de La Manada
es que hay una parte de la sociedad española que, para desgracia de todos, no
está preparada para un Estado de Derecho dentro del marco de una democracia
moderna. Que no está capacitada, por ignorancia o desidia, para el respeto a
las instituciones que garantizan la maquinaria de los Estados surgidos de la
caída del Antiguo Régimen.
Que el mismo día del fallo de
la Audiencia de Navarra, ya hubiera una jauría de gente concentrada en
distintos puntos de España, sin haberse leído la sentencia (aún no había sido
ni publicada), evidencia el desprecio popular a los cauces legales habituales y
el triunfo, con toda la bajeza que implica, de los instintos primarios, la
desinformación y la cultura del linchamiento. Manifestaciones posteriores con
la cara del juez del voto discrepante puesta dentro de una diana, ante la
perplejidad del resto de ciudadanos, hizo por un momento tambalearse las
estructuras del poder judicial y la separación de poderes, zarandeadas por el
ímpetu descontrolado de la masa enardecida que no entiende ni atiende a razones,
movida por los prejuicios y la propaganda, incapaz del más mínimo análisis
serio y de tener una opinión propia más allá que la mayoritaria que imponen
algunos medios de comunicación, interesados sólo en mediatizar casos concretos.
Un hecho grave y parecido es el resultado del juicio de Juana Rivas. Usada
hasta la arcada para sus perversos fines políticos, el caso de esta mujer huída
de la justicia y acusada de secuestro de sus hijos ha servido para canalizar la
ira del populacho radical. Por las redes circulaban los datos personales del
juez que dictó sentencia.
Que los jueces puedan
convertirse en los nuevos objetivos es tan incontestablemente grave que es el
Gobierno el que debería tomar medidas en defensa de la democracia, en lugar de
echar más leña al fuego de la barbarie con declaraciones que sólo evidencian su
estúpida complicidad. Azuzando a que las huestes furiosas ocupen los espacios
urbanos para sus campañas de agitación. Creyendo, esa multitud, entre
reacciones iracundas y pancartas bochornosas y vulgares, que el Poder Judicial
es algo que pueda ser permeable desde la plaza del pueblo por una turba de
imbéciles. Gentuza irresponsable que trata de poner en tela de juicio las
elementales reglas por las que se rige una nación. A Woody Allen quisieron
desterrarlo para siempre de las calles de Oviedo sin haber sido siquiera
procesado en su país. Y es que, habitando en una geografía moral e intelectual
muy alejada de los primigenios movimientos feministas de momentos históricos,
estamos viviendo momentos histéricos, además de soportar el resultado de la
aplicación a rajatabla de la ideología de género, cuyo exponente legal es la
zapateril e infame Ley de violencia de género, donde, vulnerando todos los
derechos básicos y principios legales, un hombre es culpable hasta que no se
demuestre lo contrario.
Preocupa, así mismo, la
persecución a las opiniones discrepantes y la violencia impositiva que poco a
poco se va adueñando de las facultades y lugares de estudios superiores. Que
haya salones de actos donde no se pueda celebrar, por ejemplo, un homenaje a
Cervantes. O donde un profesor no pueda emitir, dentro de la libertad de
cátedra, un punto de vista que sea susceptible de considerarse como “ofensivo”
para los indignados de vocación y las almas cándidas.
Eliminando de los centros los debates abiertos, plurales y en libertad, corremos el riesgo de acabar como en las universidades de EEUU, donde la dictadura de lo políticamente correcto ha parasitado todo, apropiándose de esos espacios que antaño eran intercambio de conocimientos y sede intelectual. De hecho, en nuestro marco político, tienen una presencia bastante importante una serie de individuos salidos de las universidades donde entre sus actividades constaban los boicots a las conferencias con las que no estuvieran de acuerdo ideológicamente, atacando frontalmente a la libertad de expresión y de pensamiento.
En este tiempo de canallas que vivimos, donde señalar lo obvio se puede convertir en un acto subversivo, fortalecer los ideales nacidos al calor de la Ilustración, frente a la cacería iniciada contra las libertades básicas por parte de los populismos y extremistas, se presenta como necesario y urgente.
Eliminando de los centros los debates abiertos, plurales y en libertad, corremos el riesgo de acabar como en las universidades de EEUU, donde la dictadura de lo políticamente correcto ha parasitado todo, apropiándose de esos espacios que antaño eran intercambio de conocimientos y sede intelectual. De hecho, en nuestro marco político, tienen una presencia bastante importante una serie de individuos salidos de las universidades donde entre sus actividades constaban los boicots a las conferencias con las que no estuvieran de acuerdo ideológicamente, atacando frontalmente a la libertad de expresión y de pensamiento.
En este tiempo de canallas que vivimos, donde señalar lo obvio se puede convertir en un acto subversivo, fortalecer los ideales nacidos al calor de la Ilustración, frente a la cacería iniciada contra las libertades básicas por parte de los populismos y extremistas, se presenta como necesario y urgente.
Para muestra paradigmática, el conflicto con los nacionalismos. La figura
mezquina de los equidistantes es de la más despreciable. Las que hablan de
“conflicto” como si fueran dos partes en situación de ponerse a ambos lados de
una misma balanza. Ignoran los bienintencionados de alguna irreconocible
izquierda y los tontos de carrito que el derecho a decidir es la base de toda
democracia, lo que no existe es el derecho a decidir quiénes no tienen derecho
a decidir. Que una comunidad autónoma no es autónoma al margen de las demás
para decisiones que afectan al cómputo de los ciudadanos. Y que en un país
avanzado, sus primos políticos, en camarilla mafiosa, no pueden esperar a un
magistrado a la salida de un restaurante.
O, para los fundamentalistas de pila bautismal, que las creencias privadas no pueden interferir en la vida pública ni pretender vertebrar moralmente a la sociedad, y que los asuntos de la moral no tienen ninguna validez legal. Pero eso ya sería para otra ocasión.
O, para los fundamentalistas de pila bautismal, que las creencias privadas no pueden interferir en la vida pública ni pretender vertebrar moralmente a la sociedad, y que los asuntos de la moral no tienen ninguna validez legal. Pero eso ya sería para otra ocasión.