Artículo publicado originalmente en Vozpópuli
El lema no dejaba lugar a
dudas: “Egin apunta y ETA dispara”. Se decía, se sabía, en el
entorno de la política y del periodismo vasco y nacional, dónde se
publicaban las directrices a la banda terrorista. El referente de los
pistoleros. Porque estaban el hacha y la serpiente, y al lado la
tinta impresa. El canal de comunicación. También lo sabía Gregorio
Ordóñez, que se hizo eco de esa frase, dos años antes de que lo
mataran.
Luego Egin fue clausurado y ese espacio lo ocupó Gara
(fundado por Mertxe Aizpurua, diputada de Bildu), a donde a ido a
parar Pablo Iglesias, en lo que es un proceso natural de gran parte
de su carrera política, definida por una denodada búsqueda del mal
y contra las libertades democráticas.
Su fichaje por el periódico
oficioso de ETA sólo puede extrañar a los que hayan vivido en una
especie de inopia deliberada, contaminados por esa arcadia feliz que
proyectan algunos medios de comunicación, afanados en lavar la
imagen de los nacionalpopulismos, embridando la opinión pública
vendiendo al espectador carroña totalitaria como si de tibios
socialdemócratas se trataran, blanqueando sin pudor personas e
ideologías socialmente indeseables.
“Iñaki De Juana, preso
por escribir” rezaba la pancarta que Contrapoder, germen de
Podemos, colgó en el campus de Somosaguas, en apoyo al asesino
múltiple. Los miembros de ese grupo universitario con prometedora
carrera política nunca explicaron aquella ignominia moral.
En algunos antiguos fans
de Iglesias hay desconcierto y cansancio, pero lo cierto es que el
cascabelero glosador de terroristas, en su desesperada necesidad de
ser aceptado por esos entornos, a duras penas ha ocultado sus
propósitos: la voladura de la democracia liberal y romper el
consenso constitucional.
Su lugar idóneo, qué duda cabe, es
Gara y es Ara, cobrando tantos servicios prestados. Tanto enjuague
bucal.
De CTXT no merece mención, porque llamar periódico, o
revista, a ese bochornoso mejungue de los peores vicios del oficio, a
ese contenedor de iletrados sectarios, sería una condescendencia
excesiva.
Es verdad que los textos de Iglesias (lo escrito hasta
ahora) son de una prosa torpe y llena de lugares comunes, pero con
una palabrería que contentará a los editores ya que, con la
demagogia hostil acostumbrada y esa impunidad y arrogancia habitual,
ceba las ensoñaciones plurinacionales y demás obsesiones canónicas
del marco mental periférico.
Mientras va saciando su apetito
carnal, Iglesias ve colmados sus sueños de juventud de estar al
servicio de la xenofobia más cateta, la que revestida de
romanticismo decimonónico usa la libertad de prensa para atacar a
los que defienden el resto de libertades, incluido el derecho de
ciudadanía.
Porque estos periódicos
propagandísticos, lejos de ser únicamente cabeceras para rancios
aldeanismos exacerbados, han colaborado de forma activa en hacer de
ciertas partes de España lugares inhabitables para miles de
personas, las que no forman parte de esa Cataluña de las antorchas,
enferma en sus delirios supremacistas que incendia comisarias, o de
ese País Vasco donde se vota a palurdos homicidas y se homenajea a
Parot, matarife en la casa cuartel de Zaragoza de hombres y niños a
los que no conocía de nada, pero a los que ya odiaba.
Los
honores a los asesinos, los acercamientos que aprueba el infame
Marlaska y los fichajes de renombre en sus medios de referencia
mantienen viva la llama del independentismo anhelado, mientras
observo con cierta maledicencia la vergüenza ajena y propia que
íntimamente pasan los votantes podemitas de primera hora. Los que se
creyeron hasta las trancas el mensaje de esos 2014 y 2015 del albor
del populismo morado, aunque apelen a un desconocimiento neófito,
fruto de los convulsos tiempos políticos.
Ahora que está de moda, dentro de la descerebrada cultura woke, eso del victimismo identitario, qué gran ofensa supone a las verdaderas víctimas de este país, y de los asesinatos que aún están en el limbo de la justicia, el hecho de que un exvicepresidente del Gobierno (A Sánchez la Historia no le absolverá), en otro brusco quiebro macabro, sea columnista estrella en el periódico de la hegemonía del terror.