14 de abril de 2023

La nada con tirabuzones


 

Artículo publicado originalmente en La Nueva España.

Hay algo decididamente conmovedor en la pueril credulidad de la mentalidad de los seguidores del populismo. Cada cierto tiempo, en medio de espantosas refriegas cainitas, les cambian el candidato y canjean las siglas, aunque el discurso sea literalmente el mismo, pero con un toque más de almíbar en contraposición a los rostros siempre avinagrados y torvos de Belarra y Montero, ya amortizado el clan de Galapagar.

Yolanda Díaz
es, como el hombre que la designó sucesora, una rendida admiradora de Hugo Chávez (“el más digno libertador”, decía sobre el sátrapa venezolano, cuando sus ambiciones leninistas sólo arribaban por las costas ferrolanas) y ahora le ha dado un toque como de peronismo arcoíris, que siempre es más siniestro, porque te vende ideologías criminales con una perpetua sonrisa. La miseria y la involución de los derechos, pero con ternura.

El discurso es un celofán que envuelve la nada, hiperglucemia y propuestas adanistas que sólo pueden provocar sonrojo entre quienes no aspiran a vivir de ello. Porque los escuderos de Díaz en su puesta de largo eran una colección de agraviados por Iglesias, antiguos podemitas con cuentas que ajustar, vendiendo (otra vez) renovación y novedad a una audiencia más corta que la banqueta de ordeñar. No deja de ser interesante la forma en que reflexiona sobre el corazón, la humildad y los sentimientos hermosos, hablando para un público al que trata como si fueran niños inmunodeficientes.

Si Iglesias, en su momento de eclosión, funcionó como pastor de ovejas por su épica oratoria de política con cojones (sic), Díaz quiere que las nubes de algodón sean los suficientemente azucaradas para que esa densidad impida ver el bosque del paro y la vacuidad que se esconde detrás de tanto pensamiento Alicia.

Podemos se aprovechó en su momento del desconocimiento casi generalizado sobre esos activistas de facultad que venían de convertir la Universidad en letrinas ideológicas, y también de que el populismo siempre crece en terreno intelectualmente yermo (“Podemos me engañó”, dice todavía algún pobre diablo) así como de la fuerte presencia mediática de la que disfrutaron. 

El mismo poder de agitprop que aupó a los de Iglesias pone ahora todo su músculo catódico en blanquear a la comunista pop, dándole bola y jabón porque los socialistas, que son zorros viejos (y los mejores) en esto de la propagada, necesitan eso que ahora llaman “el espacio a la izquierda del PSOE”, para poder seguir gobernando el país con los enemigos del mismo. Para que las clases medias en España sigan perdiendo ingresos y dignidad, con Sánchez tiranizando cada institución y enfangándalo todo con su lóbrega personalidad (Rosa Díez, en su nuevo libro, habla de la triada oscura: narcisista, maquiavélico y psicópata, en lo referente a la ausencia de empatía y remordimientos”)

'Sumar' hace las cuenta a base de aunar odios, una vez le han llegado al ex vicepresidente los idus de marzo, se unen a Yolanda, con gran sentido de la oportunidad, los que en su día quisieron vivir de la chatarra discursiva revolucionaria de los morados, asaltar el cielo de los presupuestos públicos y en este momento, con el barco lleno de socavones, brincan a la inaugural y acicalada nave gallega, sabiendo que ahora la ley de protección animal también ampara al roedor que huye de un buque a la deriva.

Además del apoyo de la madre de sus hijos, a la que colocó en el puesto (perdamos el miedo a decir lo evidente) a Iglesias sólo le queda el hombro de Monedero y de Echenique, que son compañías muy poco recomendables. Díaz ve al macho alfa un lastre para sus aspiraciones gatopardistas, donde todo tiene que cambiar para que todo siga igual. La ministra de Trabajo que se ha dedicado a trabajar para sí misma en su proceso de escucha, sabe que la marca está amortizada y con pérdida absoluta de credibilidad, sobre todo tras las desastrosas leyes perpetradas por ese demencial ministerio de Igualdad del que de forma sagaz supo desmarcarse, aunque encabeza un proyecto igualmente enfrentado con las libertades y compinche de las políticas excluyentes del nacionalismo.

Ignoro por qué intrincado proceso mental han llegado los incombustibles fans de la extrema izquierda a la fantástica conclusión de que esta vez sí es ella, la elegida, que ahí donde Iglesias falló y se volvió casta (no se podía saber) Yolanda será la digna representante del nacionalpopulismo y de todos los regionalismos que actúan como rémora, y por fin dará voz a “la gente” y “al pueblo”, hallando los de abajo a la postre su esperada vendetta contra los de arriba.

“Nuestro país tiene sed de cambio”, dijo en su presentación en sociedad. Y lo decía desde la Vicepresidencia del Gobierno. Hay que valer.