26 de octubre de 2014

Fino vasallaje



Aunque no lo comprendo ni lo comprenderé, puedo hacer ejercicio de empatía e imaginar el gozo de esos distinguidos invitados a las ovetenses recepciones reales al dar la mano a los timoneles infatigables de la patria, a esos representantes del sofisticado montaje nunca refrendado por las urnas;  y los supongo emocionados por el éxtasis de tal honor, inclinando conmovidos la cerviz y con el culo prieto.
Hay gente que babea por esas cosas, que se mueren por pisar moqueta, por figurar en la foto o simplemente aparentar.
Me muevo entre la indiferencia y la nausea. Oviedo se ve más florido que nunca, con la policía acordonando la ciudad en extremas medidas de seguridad y vendiéndonos la extraordinaria excepción cultural que supone tal evento, aunque sea a costa de una impuesta etiqueta de Principado, título hereditario mediante el democrático y comprensible procedimiento de pasarlo de padres a hijos, con el único mérito visible y científicamente comprobado de nacer con sangre azul.

Todo en estas recepciones y en estos premios está recubierto de supuesto aura ceremonioso, de flujos de grandeza trascendente y palaciega, pomposidad pretenciosa, aunque desfile por allí tanto farsante disfrazado y calculador trepa, tanto profesional de la apariencia y del oportunismo político, tanto genio de la mediocridad y adalid del patriotismo rancio y de mercadillo.
Mención aparte merecen los que están detrás de las vallas, chusma prudencialmente separada y, aún así, esperando entusiastas poder ver y gritar. Esos para los que la monarquía sirve para comentar vestidos y peinados al día siguiente en las páginas culturales de las revistas del corazón.
 Lo más delirante de todo es mi seguridad en su absoluta creencia de que los allá puestos igual que lobotomizados maniquíes de perpetua sonrisa y que responden a Altezas Reales velan por el bienestar del país, representan los intereses y las esencias de la nación (y no exclusivamente los suyos propios, como llevan haciendo desde hace siglos, siempre con la complicidad de los grandes colaboradores en aumentar cuentas corrientes y la sumisión de los lacayos, de los analfabetos y de los tontos del nabo, indiferentes en conocer el verdadero y antiquísimo origen de todo ese circo tan apropiado y tan lucrativo, tan atado y bien atado).
Consecuentemente, la mayoría de los medios de comunicación siguen pasando las lenguas por las reales posaderas de tan sagrada y corrupta institución.