20 de marzo de 2020
Entrevista a Samuel Vázquez (parte 2)
Samuel Vázquez, presidente de la plataforma Una Policía para el Siglo XXI, asegura en el programa Entrevista por la Libertad, que urge cambiar el modelo policial español, pues ha hecho que España ya no sea el país más seguro de Europa tal y como quieren hacerlo ver los políticos.
Entrevista a Hermann Tertsch (parte 2)
El deplorable papel que han venido realizando quienes controlan los grandes medios de comunicación en España.
Entrevista a Samuel Vázquez (parte 1)
Presidente de la Asociación Una Policía para el Siglo XXI, sobre el Pin Parental.
Cultura, virus y memoria
Artículo publicado originalmente en 'La Paseata'
Como un parapeto tras el que resguardarse a expensas de que no nos alcance la artillería, así usamos la cultura y la memoria, pues sirven de anestesia, o al menos alivian, la incertidumbre de tiempos de extrañas tribulaciones y el dolor de la ignorancia ante los embates de esta existencia perpleja.
Evita asemejarse al que deambula, sólo atado a las nuevas tecnologías, esperando que otros le expliquen cómo funciona la vida, o la muerte.
Como un parapeto tras el que resguardarse a expensas de que no nos alcance la artillería, así usamos la cultura y la memoria, pues sirven de anestesia, o al menos alivian, la incertidumbre de tiempos de extrañas tribulaciones y el dolor de la ignorancia ante los embates de esta existencia perpleja.
Evita asemejarse al que deambula, sólo atado a las nuevas tecnologías, esperando que otros le expliquen cómo funciona la vida, o la muerte.
Comprender
el pasado para asumir que las supuestas situaciones excepcionales
otros las vivieron ya, más fuertes, más cruentas, más despiadadas.
Que lo anómalo es la placidez, la democracia liberal y el bienestar,
no lo contrario.
Por
eso se ha de hacer una reivindicación de la serenidad tranquila de
una biblioteca donde encontrar esa pausa necesaria para contemplar el
mundo con la mirada de papel.
Desde Albert Camus hasta Boccaccio y esos jóvenes que huían de la peste bubónica florentina.
Proveerse de herramientas que permitan analizar mejor, interpretar con más certeza, desdeñar del caos y el ruido inservibles y entender el orden natural de algunas cosas, sin mala baba sectaria ni encorsetados prejuicios ideológicos.
Desde Albert Camus hasta Boccaccio y esos jóvenes que huían de la peste bubónica florentina.
Proveerse de herramientas que permitan analizar mejor, interpretar con más certeza, desdeñar del caos y el ruido inservibles y entender el orden natural de algunas cosas, sin mala baba sectaria ni encorsetados prejuicios ideológicos.
España
es una largo compendio de ocasiones perdidas (conviene revisitar a
Galdós en el centenario de su muerte). De guerras civiles (tres en
el XIX, una en el XX), monarcas y gobernantes aceptables, mediocres,
malos, muy malos o nefastos; de ira y miedo, oscuridad y caenas,
ilustración abortada, felones con corona, tétricos confesionarios o
el esplendor olvidado de aquel Siglo de las Luces, donde se gestó la
mejor literatura del mundo.
Toda esa historia, más desmedida que la de algunos países pero mejor que la de muchos, estuvo a su vez salpicada de gestas, epopeyas, aventuras disparatadas de marinos suicidas o empresas encomiables a lo largo y ancho del globo. Conocer eso es saber lo que somos y puede que anticipar lo que seremos.
Toda esa historia, más desmedida que la de algunos países pero mejor que la de muchos, estuvo a su vez salpicada de gestas, epopeyas, aventuras disparatadas de marinos suicidas o empresas encomiables a lo largo y ancho del globo. Conocer eso es saber lo que somos y puede que anticipar lo que seremos.
Como
en el monumental libro de Chaves Nogales, también somos testigos hoy
de 'Héroes, bestias y mártires de España'.
Relator de los excesos de la pasional alma ibérica, supo contar el periodista y escritor sevillano episodios donde daba cuenta, con inusitada lucidez y necesaria equidistancia, de todo lo sanguinario, feroz y brutal del ser humano en situaciones donde las líneas morales son cada vez más difusas, pero también de la generosidad, la valentía, la decencia, la integridad como virtud y la nobleza cuando todo a tu alrededor se desmorona en un caos homicida.
Relator de los excesos de la pasional alma ibérica, supo contar el periodista y escritor sevillano episodios donde daba cuenta, con inusitada lucidez y necesaria equidistancia, de todo lo sanguinario, feroz y brutal del ser humano en situaciones donde las líneas morales son cada vez más difusas, pero también de la generosidad, la valentía, la decencia, la integridad como virtud y la nobleza cuando todo a tu alrededor se desmorona en un caos homicida.
“(…)
la crueldad feroz del hombre que, padeciendo el miedo a morir, ha
aprendido a matar, y si la ocasión de hacerlo impunemente se le
ofrece, no la desaprovechará”.
'A
sangre y fuego'
En
la emergencia vírica, que ha servido como bofetada de realidad para
tanto cantamañanas de alertas antifascistas, lenguaje inclusivo para
ágrafos y otras irrisorias emergencias de chorradas varias, están
saliendo también a flote, junto con saqueadores de supermercado y
gañanes de todo pelaje, muestras desinteresadas de solidaridad,
disciplina en centros de salud, abnegación, constancia y compostura
ejemplares. Una sociedad civil muy por encima de la mayor parte de
sus representantes políticos o de las estrellas de la peor cara del
periodismo.
No
olvidemos quiénes trataron de manipular a las masas y envilecer la
opinión pública, con la apisonadora de unos implacables medios de
propaganda, y ni se dignaron a pedir perdón. Más bien, en una
miserable huida hacia adelante, se volvieron altivos y
condescendientes.
Periodistas con uniforme visión pecuniaria ejerciendo de voceros gubernamentales, olvidando todo lo digno de ese oficio apasionante y necesario. Excelsos gilipollas usados como correas de transmisión del agitprop. Una vergüenza nacional.
Periodistas con uniforme visión pecuniaria ejerciendo de voceros gubernamentales, olvidando todo lo digno de ese oficio apasionante y necesario. Excelsos gilipollas usados como correas de transmisión del agitprop. Una vergüenza nacional.
No
olvidemos que se engañó a la parte culturalmente más mermada de la
sociedad, aquella que se cree las soflamas de ese monstruoso negocio
que es la ideología de género, para que llenaran las calles en
plena expansión del virus y con diez muertos ya en el lúgubre
contador. Miles de mujeres, muchas sectarias y ceporras y otras
creyendo actuar de buena fe, conducidas al contagio del matadero
biológico por un interés partidista y negligente .
No
olvidemos al maquiavélico populista que pretendió aprovechar un
estado de alarma y la debilidad de una nación aturdida (pero no
noqueada) para imponer su férrea ideología, y además tratar de
congraciarse, cuando todo exigía unidad, con los nacionalismos
insolidarios y mezquinos que sólo contemplan su terruño en una
época que demanda altura de miras.
Paletos irresponsables, feligreses del delirio identitario, la peor cara de ese nacionalismo perverso que trató de ir por libre y dar el golpe de gracia al Estado de Derecho mientras ciudadanos, sin importar un carajo la comunidad que los parió, agonizaban en hospitales, entubados y necesitados de respiradores.
Esa xenofobia estúpida y perversa que se reía de los muertos madrileños, que son los muertos de todo el país.
Paletos irresponsables, feligreses del delirio identitario, la peor cara de ese nacionalismo perverso que trató de ir por libre y dar el golpe de gracia al Estado de Derecho mientras ciudadanos, sin importar un carajo la comunidad que los parió, agonizaban en hospitales, entubados y necesitados de respiradores.
Esa xenofobia estúpida y perversa que se reía de los muertos madrileños, que son los muertos de todo el país.
Si algo bueno podemos sacar de esto es el no desperdiciar la ocasión de, junto con el virus, barrer toda la escoria que envenena la convivencia y el sentido común. Que no vuelvan a asomar sus ponzoñosos hocicos para exhibir esa ruindad moral y esa abyección intelectual, tan patética en su insignificancia.
La historia está para conocerla, y la historia de la infamia, para recordarla.
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