18 de enero de 2014

Desenfrenado Scorsese



Tiene el poderío visual de Martin Scorese vía libre en la historia que se le presenta entre planos con 'El lobo de Wall Street'. Una película excesiva en casi todas sus facetas, de ritmo frenético donde sus tres horas pasan volando, con actores en estado de gracia y una envolvente capacidad de fascinación.
Todo es demencial, cargado de humor (negro en ocasiones) y se centra en retratar la vida de unos criminales sin pistola y donde no se muestra el daño causado, ya que las víctimas, los estafados, son seres sin rostro, tan sólo voces al otro lado de la línea.
Un Leonardo DiCaprio desatado y genial da vida a Jordan Belfort, estafador sin escrúpulos, asquerosamente rico a consecuencia de ello, adicto a las drogas y al sexo y líder de un grupo de corredores de bolsa tan mediocres y frikis como igualmente ambiciosos y carentes de decencia.
La película está escrita por Terence Winter, guionista de 'Los Soprano' y creador de la extraordinaria 'Boardwalk Empire'. También la cinta tiene, como ocurría en la última de Woody Allen, un elenco de secundarios habituales de series. 
El estilo narrativo comparte similitudes con 'Uno de los nuestros' y 'Casino', contado mediante voz en off y en un recorrido de ascenso, apogeo y caída. Aquí la mafia no derrama sangre ni entierra cuerpos en el desierto, pero su máximo 'padrino' es el dinero, y la existencia gira entorno a él.
Todo arranca con la breve pero primorosa aparición de Matthew McConaughey, y de una manera ágil, con un pequeño espacio para mostrar la fulgurante llegada al éxito, se suceden escenas de los desquiciados trabajadores de la empresa y sus pasotes, llenando la envolvente trama de drogas, putas y excesos de todo tipo, con zarpazos de comedia y esa habilidad de Scorsese de hacer de seres moralmente deleznables personajes con carisma y cierta simpatía entre el público, tanto que uno desea que el protagonista consiga eludir el cerco que construye entorno a él un íntegro agente del FBI.
Con la vorágine en su cumbre, hay momentos también para el drama ( y una demoledora escena de sexo como epílogo a un matrimonio) como la tragedia descontrolada que afecta también a los hijos, víctimas colaterales del carácter destrozado por las pastillas y la cocaína.
Uno trata de asquearse ante la forma de ganarse la vida de los hombres que pueblan este universo, con la certeza de que son culpables de una ruina económica y de valores que llega hasta nuestros días; pero el director rueda con tanta energía y de forma tan deslumbrante que apenas puedes digerir, entre el vértigo y la sonrisa, gozoso ante la brillantez de secuencias, diálogos y colocones que demandan actuaciones histriónicas, al servicio de un director formidable en la plenitud y madurez de una carrera digna de elogio, que con 'El lobo de Wall Street' nos ofrece una película tan intensa y adictiva como un tiro de cocaína.

17 de enero de 2014

Si yo fuera Cake Minuesa



Cuando me enteré que habían amenazado de muerte a Cake Minuesa (y también a su hija), el periodista que admirablemente se plantó ante los asesinos no rehabilitados de ETA, yo, que tengo algo de asertividad y además me asustan ciertas cosas, me pregunté qué haría si fuera Minuesa. Uno tiene que plantearse verse en esas situaciones, supongo, aunque nunca se vayan a dar el caso. Y he decidido que, como mi padre dice que la única puta cosa  que sé hacer más o menos bien es escribir, creo que contestaría por escrito.
De estar en el pellejo de Cake, esto es lo que diría:

Escribo estas sinceras líneas con la esperanza de que alguno del grupo de la escoria descerebrada que desea mi muerte ha tenido la oportunidad de aprender a leer y pudiera seguirme por este medio.
Tenéis que saber que desear la muerte está bastante feo, y que no es una actitud propia de los herederos ideológicos de un católico como Sabino Arana.
De todas formas, miedo no tengo. Nada. Ningún miedo. Sería una derrota de la dignidad y el honor vivir atemorizado, porque no sois más que unos miserables paletos violentos que el único derecho humano que en realidad merecéis es el de estar entre rejas. Se ha acabado el tiempo en que mandaban las pistolas, en que los demócratas tenían que mirar debajo del coche cada mañana y vivir permanentemente con escolta. Se ha terminado el chantaje camorrista, y estáis deslegitimados; la gente de bien sabe que aunque os agrupéis en otras siglas y otras vertientes políticas, sois los mismos lobos con piel de cordero.
No vais a obtener nada de mí más que el mismo desprecio de siempre. Claudicar no es una opción. El Estado podrá daros todas las concesiones y tratos de favor, pero no los ciudadanos.

De todas formas, si queréis llevar a cabo vuestras amenazas y cumplirlas, aunque lo dudo, espero que vengáis de uno en uno, que aclaréis si será por el día o por la noche, y en qué términos. Sólo pido que seáis auténticos gudaris vascos con un par de pelotas y no acudáis por la espalda, y así darme la oportunidad que tantos otros no tuvieron. De esta manera podréis estar en igualdad de condiciones contra un maketo, lo que no os debería suponer ningún problema, vosotros que sois el estandarte y orgullo de la raza vizcaína.
Pero hay que contar con que podría defenderme, podría verlas venir en mi propia casa y reventaros la madre en menos que se tarda en bailar un aurresku. Y dejaros inmovilizados ahí, a la espera de que venga la Policía a deteneros, aunque procuraré que sea al aire libre, ya que tengo conocimiento de vuestra mala costumbre de cagaros encima.
Por lo tanto, y habiendo aclarado esto, espero que nuestra relación de aquí a adelante sea más satisfactoria.
Atentamente,

4 de enero de 2014

Que se lo editen aparte




A veces me pregunto en qué extraño vertedero ideológico y cultural se habrán criado algunos para exponer con la cabeza alta y el rostro bien visible una serie de comentarios y opiniones demenciales, simples en sus formas y ridículos en sus contenidos intelectuales.
El asunto es revelador. Sirva las redes sociales para ello. Cada poco aparece en la prensa que un miembro de Nuevas Generaciones (cachorrillos de la derecha, criaturas…) ha vomitado una frase insultante en Twitter, e inmediatamente, cuando se monta el evidente revuelo, tiene que salir a pedir disculpas, borrar la frase y candar la cuenta.
Más allá de los proyecto de político, y dejando de lado los trolls y las cuentas fake, está un tipo de ciudadano medio que expone con su rostro y nombre, con una foto suya bien bonita, como para que le escriban en la frente SOY IDIOTA, una opinión autorizada del tipo de las que catalogan de “genocidio” al aborto o hablan de “asesinatos de bebés” al referirse al manojillo de células.
Porque uno lee eso y se imagina a una turba de descontrolados recorriendo las calles de las principales ciudades, arrebatando a los pequeños de los brazos de sus madres y degollándolos allí mismo, como unos enviados de Herodes.
Al margen de la habitual poca capacidad expresiva, las objeciones airadas y los argumentos de contenedor, suelen ser exabruptos escritos con faltas de ortografía, con una ardorosa dificultad para unir sujeto, verbo y predicado en una frase corta.

Lo mismo ocurre cuando les engañan con los datos del paro, cuando escriben desde un supuesto “neoliberalismo” o cuando les sale el españolismo casposo.
Y pasa parecido cuando uno apela a la historia y al sentido común para oponerse a los dogmas impositivos y manipuladores de la Iglesia en este país. No falta entonces el que enseguida, por distintos medios o en privado, te salta con Cáritas, comedores sociales, piadosas monjas o libertad religiosa, demostrando así, por una parte, su desconocimiento de quién financia realmente Cáritas; por otra, la realidad de que la existencia de encomiables trabajadores sociales y religiosas humildes no exenta lo infame de la institución en sí, en sus más altas capas, tan ajenos y despreocupados de las otras admirables labores; y por último, que la libertad religiosa es precisamente que cada uno puede creer en lo que quiera, en lo positivo o en su ausencia, en el ratoncito Pérez y en Messi como enviado de dios a la tierra, pero no querer introducir por la fuerza, como si un miembro fálico sacerdotal se tratara, en la sociedad aconfesional que no reclama ya sus trasnochadas doctrinas, marcando el paso.
Y mucho menos que con dinero público, en centros escolares, se financie la enseñanza de ninguna catequesis, ni que tampoco se use dinero también público para los conciertos de las sectas privadas donde mandan a los niños a que les laven el cerebro.
Y no mezclar las ideas solventes, la rica cultura que puede llegar a dar este país, los debates serios, con la parvularia ideología de la chusma.
Si de aprovechar el dinero público se trata, yo apoyo, como proponía un capítulo de ‘Padre de Familia’, saber separar y adaptar, que se fomente el uso de programaciones especiales, incluso de editar las noticias, la información, la vida misma, de manera que haya una versión de todo también apta para paletos.