26 de abril de 2020
11 de abril de 2020
Entrevista a Cake Minuesa
Charlamos sobre el periodismo combativo, los peligros de acercarse a asesinos terroristas y a energúmenos xenófobos, la parte más sucia de la política y varias cosas más.
8 de abril de 2020
4 de abril de 2020
Tragedia e infamia
Artículo publicado originalmente en La Nueva España
En esta primavera
postergada, mucho más fría y más oscura a estas alturas de un
usurpado mes de abril, empezamos a comprender que la vida iba en
serio. Una existencia vivida hacia el interior, recogida, donde la
muerte es silenciosa y anónima y las bajas son ataúdes sin nombre
ni foto, hacinados en improvisadas morgues; el horror que se oculta a
un país que no desea ni necesita ser espectador directo del corazón
de las tinieblas.
Se nos muere en soledad y
desamparo la generación que vio el final de una guerra y llegan al
invierno de sus vidas en el brote de una peste. Injusto desenlace
para una promoción de hombres y mujeres a los que dijeron que la
democracia era posible y esperaban que la libertad fuera otra cosa.
Mientras, buscamos
insistentemente consuelo en el refugio de la memoria, en un brote de
lucidez y placebo en forma de lecturas, cultura, recuerdos, estoica
resistencia convertida en canción, parapetos contra la adversidad.
Tenemos el orgullo
alentador de contar con una sociedad civil capaz de responder con lo
mejor de sí misma, y entre la crueldad de la enfermedad y la
paralización del miedo, hay muestras elogiables de solidaridad,
constancia, disciplina y la firme determinación de no claudicar.
Profesionales exhaustos de luchar que son el faro en nuestros días
más sombríos, iluminando la certeza de que están muy por encima de
la casta gobernante.
Sobrecogedora fue la
imagen de una ministra de igualdad, que asombra desde hace tiempo por
sus tremendas carencias culturales, defendiendo una gestión errónea
con el desparpajo del cinismo. Atacaba sin pudor las evidencias más
incontestables, queriendo alargar un relato que hace aguas, pero que
resiste enconado gracias a una nociva y férrea ideología y un
desesperante sectarismo.
También desmoraliza ver
que una parte de los seguidores de esa grotesca coalición aún se
revuelven y atacan con saña cualquier atisbo de crítica, prietas
las filas en torno a unas siglas, como si existiera algo más indigno
que enconarse en la defensa, indesmayables en su cerrazón, de unos
políticos sobrepasados y mentirosos, que mantienen en pie un
proverbial aparato mediático de propaganda, con órdenes de repetir
las consignas gubernamentales que disfracen una gestión caótica.
No sabemos si será el
final de la ficción progresista. Ese estúpido mantra que ahora nos
parece casi insultante. Un progresismo sustentado en acuerdos con
Iglesias y Rufián (escoltados por el PNV y Bildu) no es sólo una
falacia, es una manzana envenenada.
A raíz de la crisis
vírica podemos llegar a entender que votar a incompetentes amorales
trae la consecuencia lógica de acabar gobernados por amorales
incompetentes. Por trileros del todo a cien que compran barata en el
mercado extranjero la honra y la salud de un país. Engañados como
chinos pero ineptos como el más abyecto de los españoles,
enfangados por clamorosas negligencias cuando importaba más la
agenda política que la vida. Cuando era menester tomar las calles
para luchar contra un enemigo imaginario, estando ya dentro un
antagonista real, invisible pero mucho más letal.
Esta hecatombe ha
expuesto, de forma descarnada, el egoísmo irracional de los
nacionalismos, con esa mezquina cortedad de miras y ese empeño (una
constante histórica) de romper la unidad y hacer flaquear las
estructuras que sostienen un país. Pueden servir esta anómalas
circunstancias para que algún supuesto progresista despistado
descubra la verdadera cara de la xenofobia separatista. Caídas del
caballo más duras han contemplado los siglos.
Si esto es una guerra,
fácil intuir que el enemigo buscaría los flancos más débiles para
hacer daño. Será complicado olvidar que cuando el país estaba
conmocionado, un vicepresidente surgido de las cloacas del populismo
chavista trató de dar un golpe de mano para reforzar su poder dentro
de un Gobierno en cuadro, durante la celebración de un consejo de
ministros que ya es historia de la infamia. Aprovechar una crisis
nacional para asaltar los tan ansiados cielos de toxicidad ideológica
no puede quedar indemne. No se puede construir nada, o nada que
merezca la pena, con quien sólo aspira a un desguace.
España se repondrá,
saldrá adelante sacudiendo los escombros del encierro, todos de
repente un poco más viejos y más cansados, desengañados tal vez,
escépticos, cautos. Resultará difícil borrar toda una memoria
colectiva y pervertir el relato de lo ocurrido en estos días
aciagos, cuando los mejores de entre nosotros estuvieron gobernados
por los peores.
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