19 de abril de 2012

Safari tour



Desde bien pequeñito, siempre asocié eso de rendir pleitesía a dioses o monarcas con personas intelectualmente desfavorecidas. Gentes básicas que necesitan sentir una figura por encima de ellos, omnipotente y que guíe fielmente los designios de su amada patria. Una adoración hacia una figura que represente todas las virtudes de un pueblo.
Por mi parte, nunca tuve el más mínimo apego por esa jerga medieval que habla de príncipes, palacios, duques y reinados. No entendí muy bien en qué consiste poseer sangre azul, ni por qué lo privilegios han sido otorgados por la mano de un desaparecido Dios.
Ahora, con un país sumido en una profunda crisis y sufriendo unos recortes brutales mientras se priman instituciones tan modernas y actuales como la Iglesia, que el Rey se vaya de caza (asesinar elefantes, quiero decir) no es un atentado, pero sí una tremenda frivolidad. Algo que indica la poca cercanía de un señor que nos vendieron como campechano, pero cuyas inquietudes y aficiones están a años luz de las del pueblo llano.
Y claro, los acontecimientos no ayudan. Niños con una herencia genética casi subnormal que se disparan en el pie, yernos que choricean en un afán de lucro difícil de entender de quien lo tiene todo, desterrados de la Casa Real por su afición a la farlopa y demás escándalos hacen aún más grande la brecha entre la monarquía y los ciudadanos.
Claro que Juan Carlos, una vez pillado, se ha visto obligado a pedir unas disculpas que me recuerdan a las trastadas de la infancia. Como si no llevara toda su vida cazando, esquiando, navegando en Mallorca y follando gracias al dinero de sus súbditos. Pero tal y como anda el asunto, se conoce que sus asesores son conscientes que a la gente tal vez le encabrona un poco esos alardes exóticos que demuestran que el desempleo no le quita precisamente el sueño. Y la certeza de que nadie ha votado a su Jefe de Estado, de la misma manera que en plena crisis un país está sustentando el despilfarro y las excentricidades de una familia no precisamente pequeña.
Se suele decir eso tan benévolo de que la gente no es monárquica, sino "Juancarlista". De un tiempo a esta parte, habría que replantearse la frasecita.

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