24 de julio de 2018

Dame a mí los telediarios

Artículo publicado originalmente en El Semanal Digital





“Y para ti la consejería de Turismo”. Así manifestaba Pablo Iglesias la trascendente importancia de contar con una televisión a su servicio, con ese sentido expresivo en el pronombre personal (dame a MÍ) que denota propiedad, que evidencia que los noticieros pertenecen al político de turno: nunca se les ha pasado por la cabeza esa utopía entrañable de ponerlos al servicio del ciudadano.
Así y todo, impresiona la avidez con la que se han lanzado a por RTVE, dejada precipitadamente a su suerte por sus antiguos propietarios. Goloso festín para las aves de rapiña. Cansado de jugar a ser el hombre de acero controlando el aparato del partido, la ambición del caudillo morado pasa (siempre pasó) por controlar el aparato del Estado. Hay que tener en cuenta que los populistas, si se les deja crecer hasta que la bestia alcanza un tamaño considerable (como un adolescente después del estirón que ya ha escapado al manejo de sus padres) los medios de comunicación o los controlan o los cierran. Los altavoces disidentes incomodan y, además, son peligrosos.
“Que existan medios privados atenta contra la democracia”, es otra frase de Iglesias. En contexto: Medios públicos y míos.
“Hay que despolitizar TVE”, decían con colosal cinismo y las fauces salivando con la sola idea de refundar el Ministerio de Información, mientras una sectaria tan impresentable como Ana Pardo de Vera contaba con asombrosa impudicia todo el proceso desde que la llamaron para presidir el ente hasta que fue desestimada; sin darse cuenta, la tan zafia como torpe, que estaba evidenciando los mamoneos políticos en el chiringuito de amigos de la televisión pública supuestamente despolitizada. Al Final, con el inestimable apoyo de los nacionalistas periféricos, siempre deseando mojar en todas las salsas, han nombrado consejera a la siniestra Rosa María Artal, una especie de perro de presa de Twitter, más conocida por su poco talante y su inquina a las libertades que por su capacidad para dirigir semejante grupo humano; y a Cristina Fallarás, miembro de Podemos. Ellas y otros tantos. Gentuza siempre dispuesta a lamer la bota del poderoso ideológicamente afín, del político de turno. De congraciarse con quien esté al mando y servirles de propagandista, olvidando los códigos profesionales de un oficio noble y necesario, que requiere de gallardía, honestidad intelectual, emancipación de pensamiento para pelear por la verdad. Para poner contra las cuerdas o mantener a raya a lo impune y a lo establecido, si es menester.

Es cierto que en la actualidad, con la proliferación de medios y la expansión totémica de las redes, es fácil saltarse una censura o que una noticia que se quiera escaquear, no consiga esconderse en el maremágnum de canales de información. Pero preocupan esos 6.400 trabajadores que tiene RTVE. La honradez que se le supone al periodismo tiene que sobrevivir al control de los gerifaltes, y eso pasa por poder desarrollar su humilde y heroica ocupación en libertad, sin la autocensura inconsciente que se adquiere cuando notas el aliento en la nuca de un superior que espera una determinada forma de realizar tu trabajo.
A estas alturas, casi todos los que estamos en el tema, o el ciudadano que no viva en el limbo, sabemos la quimera que supone eso tan bonito como irrealizable de una televisión pública independiente y plural, pero eso no quiere decir que, con otras formas de encontrarla, no sigamos buscando la verdad que aguarda más allá del orwelliano control que ansían los populismos patrios.

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