17 de enero de 2020

Sudor y lágrimas

Artículo publicado originalmente en La Paseata




Han pasado muchas cosas en estas jornadas donde hemos asistido atónitos al descenso de la democracia a una de sus peores cotas de bajeza, ruindad y desprestigio. Sólo me pararé en citar algunas llamativas.
Alberto Garzón, flamante ministro de un Consumo que expropiaron del ministerio de Sanidad para dárselo en exclusiva a él (Iglesias sabe recompensar a sus fieles), escribió en Twitter un disparate ideológico propio de un adolescente mental, en el que atacaba a la Junta Electoral Central por la inhabilitación de Torra.

Un tontito comunista defendiendo a un xenófobo supremacista, rapiñador de derechos ajenos. Supuestos internacionalistas y solidarios sintiéndose siempre conmovidos por los disparates identitarios de los ceporros localistas, groseramente ridículos. 
Garzón aún no sabe si quiere la unión de todos los pueblos bajo la hoz y el martillo, un estado federal o una confederación de regionalismos. De momento ha bastado darle un cargo estupendamente remunerado para que jure lealtad al Rey y para verlo con traje y corbata, aunque remendado por su peor enemigo.
Pérez-Reverte comprobó el dislate tuitero y le dijo ese par de cosas a Garzón: que iba a ser ministro y que es tonto.
Este ejemplo de cruce de descalificativos en red social sirve para ejemplificar la insólita situación que estamos viviendo (y lo que te rondaré, morena).

Mertxe Aizpurua (en la cara lleva la penitencia) que fue condenada por glosar las virtudes de los valientes gudaris (enaltecimiento del terrorismo, en el idioma de los constitucionalistas) parecía una mujer de Estado y una demócrata de toda la vida, tal y como fue recibida en olor de multitudes por la chusca bancada del progreso.
Otros, los que antaño eran habituales presas de los cazadores pistoleros, la abuchearon tímidamente, antes de que Pablo Iglesias (acompañado en gestos por su ridícula mímesis) mandara callar y pusiera orden. El de los escraches como jarabe democrático, el que en la universidad reventaba conferencias de amenazados por ETA, pidiendo respeto cuando graznan sus camaradas batasunos, compañeros de taberna y de afinidades.

Los ministros del cambio no caben casi en la foto, de tantos que son. Y vendrán acompañados de sus respectivos asesores, Secretarios de Estado, etc, etc... les interesa tanto “la gente” que han multiplicado el número de dirigentes ávidos de sillones, con un disparo del gasto a cargo del contribuyente. La colonización del erario público para acaparar las instituciones mediante sus afines, y garantizarse así el control total del Estado y sus vericuetos en la guerra cultural que se avecina.
Soplan vientos de censura, autoritarios, con el férreo control de pensamientos y conductas, bajo el permanente chantaje de ser señalado, el estigma del facha: o callas y tragas con todo lo que la tropa populista y bestia nos tiene preparado, o eres un fascista.
No vienen buenos tiempos para la libertad de expresión. O para la libertad a secas. Habrá una persecución despiadada por parte de todos esos que, tras una máscara de tolerancia y progresismo, esconden una rabiosa intolerancia y un asombroso fanatismo.
Se confundirá justicia con justicia popular, y los linchamientos que antes eran puntuales y organizados por la sección más descerebrada del feminismo militante, barrunto que ahora serán extensivos y normalizados.



La gobernabilidad de España me importa un comino”, decía en un respetable alarde de sinceridad una socia de Sánchez. El problema es que a Sánchez también. A Sánchez sólo le importa Sánchez. Alguien con unas artes escasamente compatibles con la decencia. Un Presidente sin ningún tipo de freno moral, con una insana ambición y muy pocos escrúpulos, escoltado por un joven comunista que soñaba con asaltar los cielos y quitar a una casta para poner otra. Y lo ha logrado, asegurando al menos el bienestar de su prole.
Pablo Iglesias, que echó sus dientes políticos en las asesorías criminales del populismo latinoamericano, lloraba de forma teatrera al alcanzar el tan ansiado poder. Costará sudor sacarlo de ahí.


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