15 de marzo de 2012

Los niños de la National Gallery



Tienes narices la cosa, me digo. Hay que ver la diferencia entre estos pequeños zascandiles y la infancia que pasamos. Paseo muy atento por el Museo Británico, mirando restos momificados y otros menesteres arqueológicos egipcios que los ingleses arramplaron de allí, como siempre y por la patilla, de cuando se dieron una vuelta por el mundo en plan los amos del tinglado. Y no paro de ver a mi vera grupos de escolares guiados por tres o cuatro monitores que los llevan de sala en sala, explicando de qué va el asunto. Todos muy juntos y muy disciplianados, sin un amago de insubordinación. Lo mismo ocurre en la National Gallery. Allí, entre un Monet y un Van Gogh, te cruzas con unos pequeñajos que apenas levantan un palmo del suelo, puestos de dos en dos y de la mano, atentos todos a la explicación del guía. Aquí una batalla napoleónica, aquí un retrato isabelino.
Qué distinta es la cosa, piensa uno, de que desde pequeño te enseñen la historia y el arte con mayúsculas a que te lleven al museo de la minería o a la granja escuela y pasarse la tarde haciendo el gilipollas. Pero claro, son ingleses, y no se averguenzan de su historia, ensalzando sus victorias y escondiendo sus derrotas.
Allí cualquier enano se sabe de memoria la biografía de Nelson, qué pasó en Waterloo, quién fue Patrick O Brian o cita las obras de Dickens. Ahora coge a un niño español, de esos que están en el recreo con la camiseta del jugador del Madrid y lanzando los insultos que aprendió en la tele, y pregúntale por Trafalgar, por las Navas de Tolosa, por El manco de Lepanto o por Belchite.
En un régimen escolar partido en diecisiete sistemas distintos, donde aún se pasa por la palabra España como de puntillas, cada uno arrimando a su parcela y trincando de subvenciones, discutiendo muy seriamente si el manifiesto sobre la defensa del castellano es o no fascista.
Y en vez de escuchar a los historiadores serios y rigurosos, lo que triunfa y vende mogollón son los nuevos exaltados que sacan tres libros al año explicándote muy convencidos y con tdo lujo de detalles que si aquí hubo una guerra civil fue por lo malo que lo hicieron los rojos durante la República, y que de exterminio y genocidio nanai de la china.

Porque en vez de educar a los niños en el buen gusto de la lectura, y tener profesores competentes que te expliquen la historia de una manera apasionante que te incite a querer saber más, lo que se hace es obligar a leer libros por sus cojones, de manera obligatoria, y a ver cómo va un enano adicto a los videojuegos meterle zapato a La verdad sobre el caso Savolta. Porque obligar a un chaval a leer un libro que le cuente para nota es asesinar al lector antes inscluso de que llegue a serlo.
Pero da lo mismo, porque en vez de rigurosidad histórica y científica, se intenta muy concienzudamente cargarse la educación pública dejándola con un nivel de calidad inabarcable, y los que pueden pagarlo aún no se les cae la cara de vergüenza  en meter a los chavales en sistemas adoctrinadores donde no aprenden una mierda, más que un lavado de cerebro para que no se salgan del redil de sus papis, y luego los ves haciendo el ridículo por las calles de Madrid con eso de equis uve palote. Y así salen luego los hijoputas, con un cacao de la leche, y piensan que la evolución es que Adán y Eva tuvieron muchos dinosaurios.

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