5 de julio de 2014

La verdad



En -por desgracia- demasiadas ocasiones es una fatigosa tarea tratar de hacer entender unos conceptos que a uno le parecen tan elementales, tan básicos en su completa normalidad.
No es habitual que la gente cercana a la que aprecias, o con la que compartes momentos y existencia, posean la misma idea del inconformismo, de la provocación real y demostrada que supone la absoluta libertad de pensar por uno mismo, o al menos intentar  acercarse lo máximo posible a esa quimérica idea.
Tampoco es recomendable querer imponer esos puntos de vista o certezas vitales a las personas con las que profesas cariño mutuo, con las que conviene la prudencia, la paciencia y la delicadeza; sabiendo que nadie tiene el don de la veracidad, sin ser por ello esto una defensa del relativismo.

Es irrefutable la certidumbre de que sin prensa libre no existe democracia que valga. El problema está en las ambigüedades y recovecos, prismas y aristas, que puede adoptar esa supuesta libertad o la ausencia de ella.
Si consideramos viable que los grandes medios de comunicación escrita de este país (pese a la pluralidad) pertenezcan a la banca privada, y que las grandes firmas y buenos profesionales que normalmente allí trabajan vean estrecharse cada vez más sobre ellos el cerco de la censura. Que las argumentaciones discordantes o críticas con, por ejemplo, nuestra ínclita familia de sangre azul y derecho divino, ocuparan discretas columnas interiores en esos periódicos, pero la portada, el fuerte impacto de la línea editorial, sea siempre acorde a las normas impuestas, a la orden del servilismo más rancio, del compadreo con la corrupción que es a la vez sustento del status quo imperante. Si no nos acercamos a esos medios con la lucidez del que sabe quién maneja los hilos, si no adoptamos una postura crítica con vocación reflexiva hacia el gran caudal de información que diariamente nos llega, es imposible alejarse de la tentación del pensamiento sesgado, el manejo de la opinión; de que nos puedan las más bajas pasiones de nuestro carácter tan español.
Sólo hay que tender bien la oreja en la tertulia de cualquier barra de bar, en reuniones de amigos en alguna terraza veraniega: la repetición sistemática de clichés y lugares comunes, la mimética entre esas frases y las de famosos tertulianos (o charlatanes, casi siempre lo mismo), la bronca a las primeras opiniones cruzadas, la ausencia de ideas o argumentaciones propias que vayan más allá de la mera reproducción de verdades adquiridas hace cinco minutos.

Y cabe recordar lo que escribió el incisivo Nietzsche en una de sus obras tardías: “La libertad de toda clase de convicciones forma parte de la fuerza, la facultad de mirar libremente (…) La verdad no es algo que posea una u otra persona; tan sólo piensan de ese modo los paletos “.

1 comentario:

  1. Me considero demócrata,libre y respetuoso con las ideas de los demás, no intento imponer nada a nadie, aunque pongo pasión y racionalidad en mis argumentaciones, para dar otro punto de vista a quien no piensa igual.
    Prensa Libre? Familia Real?, Banca ? Corrupción?, Ohhh, encontramos nuestros temas favoritos, las demagogias y " charco" de todas las batallas.
    Los medios de comunicación deben Informar e Investigar, y actualmente estamos en la creencia, que solo la prensa que es contraria al gobierno de turno, es libre, plural y objetiva
    El mundo , el amor, la religión, dominan el mundo, pero basta ya de demagogias y empecemos a ser conscientes de la realidad.Los corruptos, a la cárcel, y si la ley actúa, que actúa, todo delincuente acaba pagando sus delitos.

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