11 de septiembre de 2017

Al ataque



Es cierto que las aficiones ultras no destacan especialmente por su vocación hospitalaria, y que la mayoría de las veces el fútbol es una mera excusa para proyectar sobre los otros sus complejos y frustraciones, pero me resultó bastante sintomático un vídeo que cacé por internet donde aficionados del Sporting de Gijón recibían al autobús del eterno rival (autobús posteriormente apedreado) al imaginativo y lírico grito de “¡Puta Oviedo y puta capital!”. Y no es que se tratase de un grupúsculo contrario al libre mercado como los que escriben en redes soviéticas tipo Twitter, o unos desaforados detractores de la obra más mítica de Marx; con lo de capital hacían alusión a la categoría de Oviedo como centro administrativo del pequeño Principado de Asturias. Es simpática esa inquina entre vecinos cuyas ciudades distan de apenas una treintena de kilómetros autopista mediante, aunque sospecho que sería casi igual si a ambas localidades sólo las separase un río.

El aldeanismo, como hermano pequeño del nacionalismo, consiste tanto en el apego a lo propio como en el odio y el desprecio a lo ajeno, o al extraño. El autobús apedreado fue el transporte oficial del Real Oviedo atacado por radicales de Gijón como pudo ser, un poco hacia el Este, un autobús de turistas violentado por alguno de los jefes tribales de la CUP y sus juventudes pardas. Los mecanismos y resortes “ideológicos” que mueven a esas masas son exactamente los mismos.
Los anhelos totalitarios del que quiere hostiar al aficionado de un club enemistado o del que trata de imponer un dogma de exaltaciones patrioteras con persecución del disidente sólo difieren, a veces, en las formas.
El asunto identitario puede estar muy bien desde un punto de vista sentimental y nostálgico, pero no tiene ninguna validez política. Ni ningún movimiento político puede ser llevado a cabo ninguneando a una mayoría silenciosa, por muy dócil que se preste.
Creo que uno puede estar, o no, muy orgulloso de su ciudad, de su barrio o del lugar donde las aleatoriedades del destino le hicieron nacer, siempre que no quiera abrirle la cabeza de un botellazo al del pueblo de al lado, por el mero hecho de serlo.
El desprecio a más de la mitad de los catalanes no nacionalistas evidenciado el otro día en el espectáculo bochornoso del Parlament fue una pedrada en toda regla al ciudadano catalán no nacionalista y una usurpación al resto de españoles en sus libertades civiles. Aunque unos dicen defender unos colores y otros solamente los privilegios económicos del pujolismo con el apoyo de sus tontos útiles de extrema izquierda, como en un campo de fútbol, también hubo allí himnos a capela y lío de banderas, y todo fue igual de zafio y bravucón.
Qué pereza dan los paletos de cualquier signo o convicción.

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