23 de octubre de 2020

La disonancia del progre


Hay una raza hispánica de tonto especial con unas características muy loables. Un tonto hermoso y de buena crianza, tonto con balcones a la calle; ese tonto que lo ves y dan ganas de comerlo a besos. Es una clase de autodenominado progresista, especie ibérica que apenas tiene presencia en otros países, porque se llena de gozo con todo lo que sea reaccionario e involutivo, sin percatarse, el tonto feliz, de esas contradicciones ni de sus incongruencias, porque para eso debería tener en la sesera algo más que cuatro conceptos difusos y cogidos por los pelos, demagogia, prejuicios y una impactante y ostentosa incultura.

Estos entrañables progres de cencerro, con la cabecita llena de ideas desmadejadas, se consideran (a ellos mismos, los demás los observamos con estupor) muy de izquierdas y muy comprometidos, y avisan de la deriva ultraderechista de España (Abascal sería Hitler revivido) mientras se licuan, ellas, y tienen espantosas erecciones, ellos, con discursos del recogenueces Aitor Esteban (PNV, partido progresista por antonomasia) o aplauden como focas trisómicas las patochadas del guiñolesco Rufián.

En la disonancia cognitiva progre, los nacionalismos identitarios periféricos son aceptables porque estos y estas mendas se ven a sí mismos (y a sí mismas) en la misma trinchera que los “antifas” de esos lugares donde combaten a la malvada España carca, las bestias aún nostálgicas del falangismo que todavía llevan el yugo y las flechas en su ingrato corazón.

Contemplan el sainete del Congreso con fervor de groupie, y sus políticos predilectos siempre hacen discursos emocionantes (y así los comparten) mientras los demás están en una continua equivocación y en su afán nazi, y eso que al menos les dejan estar, porque ya sabemos que el fascismo no debería tener lugar en democracia.

Largo Caballero y el Che les pillan lejos en el tiempo y como desconocen la historia tampoco se atreven, la mayoría, a meterse en jardines, por eso van a lo sencillito en cuanto a devociones y sienten admiración por Errejones y Garzones, los consideran el no va más de la inteligencia y la lucha del hombre nuevo, aunque sean la referencia clara de generadores de miseria y represión en los países que admiran con poco disimulado fervor. El progre siempre cree que los fracasos abominables de Cuba o Venezuela son culpa de otros. El comunismo también es bueno, o tal vez lo menos malo, porque al menos no es de derechas.

Estos indigentes intelectuales, que no saben reconocer el fascismo ni cuando hace arder una ciudad como Barcelona o expulsa de los mítines de pueblos a personas que vivieron siempre con escolta, ven más digno de elogio a un Oskar Matute con los crímenes sin condenar (y sin resolver) debajo de la alfombra que a una Macarena Olona que sabe golpear y fajarse sin perder la sonrisa.
No hay progre que no tenga una bovina sumisión ante la xenofobia de los supremacistas de aldea. Todo hecho diferencial, insolidario, rupturista, anticonstitucional, a ellos les parece la hostia de la modernidad. Fíjate qué buena gente los de Bildu. Todo lo que han hecho por la paz.
Llegará el día en que venderán a Otegi al mundo como un benefactor de la humanidad.
Y se creerán progresistas. Bendita sea su ignorancia.


1 comentario:

  1. Ese día llegó hace mucho. Ahora ya estamos en otra "fase". Josu Ternera es un "artesano de la paz". Y lo que vendrá...

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