1 de septiembre de 2009

Los gánsteres ganan la partida



«Enemigos públicos», que ha sido la película más taquillera en España en el primer fin de semana en salas, con 1,66 millones de recaudación, ha dado fama de nuevo a los gánsteres de gabardina, sombrero y metralleta «Thompson».
Las historias de carismáticos hombres fuera de la ley y de sus más concienzudos perseguidores siempre han despertado el interés de los grandes directores y muchos importantes actores han dado vida en la pantalla a estos forajidos de época, donde al final del camino, en la mayoría de los casos, les esperaba la muerte.
El cine tiene algunas de sus mejores películas en estas vidas de crimen y ambientes sórdidos, constituyendo un género propio dentro del cine negro, que, junto con el western, fue uno de los grandes percusores de las mejores películas jamás hechas durante un par de décadas, y aunque en los últimos años se ha intentado revitalizar con títulos de Martin Scorsese o Michael Mann, no dejan de ser cintas aisladas entre la moda de ordenador y disparates de efectos especiales que se imponen en la actualidad.

Grandes títulos

Un hombre perseguido que contaba con el amor de una mujer era también Henry Fonda en «Sólo se vive una vez», una película de Fritz Lang inolvidable y preciosa. Gánsteres y «ley seca» es la indispensable «Los violentos años 20», con un James Cagney pletórico en la cima del mundo, y el inicio del despegue de Humphrey Bogart. Una década más tarde el mismo director, Raoul Walsh, volvería a contar con Cagney para brindar otra obra maestra al género, «Al rojo vivo».
Howard Hawks, probablemente el mejor director de la historia del cine (con el perdón de Billy Wilder), ya daba vida al género allá por 1932 con «Scarface, el terror del hampa», en una inmersión en la figura de Al Capone. En los años ochenta Al Pacino protagonizaría el «remake» en una interpretación pasada de vueltas en una película eléctrica y desbordante.
Robert Mitchum se ve inmerso en enredos de mafiosos en una de las mejores películas de cine negro que ha dado la industria del séptimo arte, «Retorno al pasado». Stanley Kubrick hizo de «Atraco perfecto» un canto al fatalismo, reflejado en la mirada de Sterling Hayden en el aeropuerto, resignado a su suerte. Resignado a su fatal destino se encuentra también Burt Lancaster en «Forajidos», engañado y llevado a la muerte por una «víbora» en forma de dama. La mujer fatal es la diosa, Ava Gardner.
Jean Paul Melville, uno de los precursores de la «Nouvelle vague», fue el representante europeo del género, con clásicos como «El silencio de un hombre» y «El confidente».
La corrupción en la Policía es la lucha del Glenn Ford viudo y tenaz de «Los sobornados». Orson Welles bordea los límites de la maldad en el personaje oscuro que crea y dirige en «Sed de mal», un magnífico estilo barroco para la película, que está considerada la última de la gran época del cine negro.
Cuando la Policía es el crimen organizado también da buena cuenta de ello la excelente «L. A. Confidential», con unas interpretaciones de lujo y una trama que te exige estar pegado a la pantalla sin parpadear.
Repasando otros grandes títulos, hallamos a Sergio Leone, conocido por su trilogía del «spaghetti western», sorprende con «Érase una vez en América». Épica, maravillosa, muy triste. Esta colosal película narra varias décadas en la vida de un grupo de amigos de los barrios bajos neoyorquinos en su ascenso por el mundo de los gánsteres. Robert De Niro pasa de niño a anciano en más de tres horas de una obra maestra, con James Woods y Joe Pesci.
La saga del «El padrino» se ha ganado por derecho propio un lugar de honor entre las mejores películas de la historia. Siempre hay un debate abierto entre los aficionados sobre si es mejor la primera parte o la segunda. Brian de Palma hizo la popular «Los intocables de Eliot Ness» con alguna escena irritante. El director de «Misión imposible» alcanza la maestría con «Atrapado por su pasado», con un Al Pacino soberbio en su papel de Carlito Brigante, un antiguo traficante de drogas regenerado y en busca de su sueño.
Los modernos gánsteres son más sanguinarios bajo la cámara de Martin Scorsese, que marca su estilo propio en «Uno de los nuestros» y «Casino». Sam Mendes dirigió en 2002 la extraordinaria «Camino a la perdición», que a la postre sería la última película del gran Paul Newman. Ridley Scott intentó realizar una obra épica y se quedó en un producto bastante vacío en «American gangster». Michael Mann, director de «Enemigos públicos» hizo de «Heat» la mirada de un artista a la vida y controversias de sus personajes, sus relaciones personales y cómo su trabajo es lo más importante y lo mejor que saben hacer, sea dentro de la ley o fuera de ella. Eso que a «Enemigos públicos» le falta para entrar en la lista de las más grandes.

LA NUEVA ESPAÑA 19/08/2009

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