31 de agosto de 2009

Melodías vivas: Tom Waits



El día nace nublado después de una noche dura en casa, con una botella vacía a la vera. Algo inquietante suena despacio en un despertar oscuro, sobre un reproductor que sigue vivo. Es la voz de Tom Waits, seca, agria, la que susurra a cualquier mortal. Ese tono roto y desgarrado que evoca lugares sórdidos y rellena de belleza los huecos de una rutina quebrada o una madrugada reventada.

Definido como el cronista oficial de los amaneceres resacosos y el naufragio existencial; el corazón del sábado noche en la voz de Waits, a contracorriente, ayuda a sobrevivir con su negrura, su lirismo descarnado; apoyado en unas melodía que pueden hacer llorar y emocionarse por igual, tal vez buscando la chica de Jersey o enlutado por todos aquellos que no oímos la melodía hasta que necesitamos una canción.

Sus discos, que como él afirma son como películas para los oídos, fueron habituales compañeros en antiguas noches de adolescente, en que la incertidumbre era la marca de la casa con el sufrimiento por el primer amor, y en él habitaba el dolor y el olvido y las ganas de quedarse, el tiempo que pasa y la mirada a los recuerdos y estaciones que han quedado atrás, sucediéndose una detrás de otra y sólo amortiguadas por el tono de su murmullo. Sus canciones han sido engranaje habitual para el alma del que suscribe.

El autor de “Rain Dogs” nutre los estados de ánimo de medio mundo desde hace mucho tiempo, es la evasión a la cotidianidad, excesivamente dodecafónico en sus pasotes pero sublime en su faceta poética para enjaguar los sentimientos y las gargantas con ese sabor a bourbon y aroma de cigarros.

Habla de algo sórdido o hermoso, entona los sentidos, casa muy bien con el alcohol en soledad o con tardes extrañas a oscuras en un cuarto, tumbado en la cama. Su música evoca a clubs de jazz y humo impregnando el ambiente, una copa con hielo y alguna mujer elegante y silenciosa escuchando tal vez las notas de un piano.

Tarde o temprano siempre se acaba volviendo a él, porque aunque esté felizmente retirado y alejado de la bebida, aunque comparta su vida con siete retoños y parezca un apacible campesino, no se olvida su desgarrador legado y por eso me acerco con impuntual asiduidad a temas inmortales, y sé que escucharé toda mi vida en soledad canciones como I Hope That I Don't Fall In Love With You, Ruby´s Arms, Downtown Train, Coney Island Baby, Ol'55, Flower's Grave, San Diego Serenade, Somewhere, Blue Valentines y cien más.

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