31 de agosto de 2009

Miradas de cámara: Richard Brooks



Tras las películas rodadas en los años 50, o por el interés en adaptar títulos de grandes obras literarias (Los hermanos Karamazov, de Dostoiewski, La última vez que vi París, de una historia de Scott Fitzgerald y la más famosa de A sangre fría de Capote, además de las adaptaciones de Tennessee Williams) pocos podrían presagiar que Richard Brooks sería recordado perpetuamente por dos westerns de aventuras especialmente gratificantes.
Empezando desde atrás, si El cuarto poder tiene algo que sobresale por encima de la omnipresente figura de Bogart, es la visión del periodismo del director, denotando por aquél entonces que el amor que la industria del cine tenía por el periodismo.
París recurrente de nuevo para una historia de amor, relación de la literatura y el alcohol omnipresente en uno de los más malditos y grandes escritores del siglo XX que Brooks llevó a la pantalla con Van Jhonson y Elizabeth Taylor. Repetiría la Taylor en La gata sobre el tejado de zinc, sacándole partido a la química con Paul Newman y unas maravillosas interpretaciones en una historia familiar donde tiene cabida todas sus emociones.
No pocos consideran Dulce pájaro de juventud una obra maestra del dúo Brooks-Newman en el empeño hondo de abordar temas tan universales como la pérdida de la inocencia, la mentira y el olvido.
Los profesionales tiene un rincón perpetuo en mi persona desde la primera vez que escuche la conversación entre Burt Lancaster y Jack Palance en el desfiladero, heridos, acorralados, hablando de las batallas perdidas y del tiempo como enemigo indisoluble del amor. Todo es modélico en esa más que notable obra de aventuras, empezando por el reparto, pasando por el cuerpo de la señorita Cardinale hasta llegar a Lee Marvin afirmando: "Sí, somos unos hijos de puta, pero lo nuestro es un accidente de nacimiento y usted se ha hecho a sí mismo”.
Similares sensaciones tengo con mi otra película preferida de Richard Brooks, Muerde la bala (perdón por El fuego y la palabra), donde la identificación es cercana con el personaje de Gene Hackman, amante y defensor de los animales, empujado a medirse a si mismo en una competición salvaje y aceptando el eterno precio de la amistad compartiendo victoria con el siempre genial James Coburn. Imposible no apreciar el tono crepuscular y homenaje en la carrera del eterno secundario del western Ben Johnson.
Richard Brooks fue una personalidad fuerte y también un guionista excepcional, tan especial como irregular a la hora de firmar películas, una personalidad fuerte y un guionista excepcional pero aún así algo me dice que ya no contamos con directores de esta pasta y que siempre se va a echar mano de sus cintas en épocas de tedio cinematográfico.

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