31 de agosto de 2009

Manifiesto por la cultura

6 de cada 10 españoles cobran menos de 1.100 euros al mes. El dato ha salido hoy. Por lo tanto pienso que a los ciudadanos, preocupados por sobrevivir, costosa tarea en los difíciles tiempos de hoy, poco los preocupará el cine, si ésta u otra película son buenas o las obras maestras que tenga en su historial un director muerto hace varios años. Es probable que con el agua al cuello y tratando en salvar el culo, no interesen los relatos de ficción ni las idas y venidas amorosas de un par de jóvenes irreales. Eso lo reflexiono mientras corroboro que muchos profesionales del periodismo trabajan duro y tiene la labor de hablar sobre cine, recopilar información, informar de estrenos, criticar las películas, sugerir libros o hablar de los próximos conciertos.
Creo que al ciudadano se la trae floja todo eso mientras subsiste con ese precario sueldo, si no será algo prescindible cuando el futuro es tan incierto, si habrá ganas y humor de sentarse a abordar este tipo de cosas. Pero resulta que los programas basura arrasan en las parrillas de la tele, que las señoras que casi no tienen para la pensión siguen haciendo de las revistas del corazón las más vendidas del país, y aunque los futbolistas cobren lo que toda una ciudad, el fútbol sigue siendo un deporte de masas, con lo que la definición ‘masa’ conlleva. Por lo tanto no veo mal que se le de cabida al arte y la cultura en tiempos de crisis. A decir verdad, siempre fue refugio para depresivos e insomnes, para melancólicos y bohemios, para los que buscan encontrar en un disco o en una película consuelo para su corazón roto, el recuerdo de una infancia olvidada o sumergirse entre las hojas de una perdición tan real como efímera. Por lo tanto reivindico la cultura para evadirse de los problemas, para escarbar en ellos o para liberarse del destino. Hoy más que nunca, las grandes obras pueden servir para ir tirando. Aunque una vez bajado el telón la realidad nos golpee, aunque después de los créditos finales no exista nada y tras la última página el escritor enmudezca. Al menos habremos disfrutado.

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