14 de enero de 2012

El gran carnaval 2012




Aquella inolvidable e incisiva película de Billy Wilder era un adelanto a su tiempo de uno de los mejores creadores que ha dado la historia del cine, alguien en posición privilegiada para narrar ese testimonio dados sus antecedentes en el periodismo, donde fue corrosivo, crítico e irónico, como muestra Cameron Crowe en el libro “Conversaciones con Billy Wilder”.
Conocedor del lado más sucio y ruín del negocio, El gran Carnaval fue un fiel y estremecedor reflejo del amarillismo de determinados medios y las bajezas morales de una sociedad que se alimenta del morbo y la parte de espectáculo de la tragedia humana.
Álex de la Iglesia adapta la historia llevándola a la España del siglo XXI, con todos los elementos de sobra conocidos de un "país de pandereta", utiliza el trasfondo actual de la crisis (con perorata contra los bancos incluida, "esos hijos de puta", en palabras del protagonista) para hacer su película tragicómica, poniendo a una digna y madura Salma Hayek (qué bien le sientan los años a esta mujer) como aplicada ama de casa, esposa y madre, y a José Mota de personaje principal, un auténtico regalo de papel que el actor cumple con creces, alejado de su conocida vertiente de comedia, aunque sin poder contenerse a meter un guiño a su personaje televisivo (la pantomina en el coche sobra por todos lados). Entre los secundarios, el director se rodea de una buena parte del plantel de la anterior y genial Balada triste de trompeta para intentar hacer una sátira en plan denuncia de la carroña televisiva y política, saliendo muy mal parada en el tajo la abyecta Telecinco, que sin nombrarla literalmente (Cadena Cinco, utilizan aquí) se lleva la peor parte del ventilador de mierda que de la Iglesia pone en funcionamiento, mostrando su falta de escrúpulos, la utilización mediática de lo morboso, trágico o desagradable para lucrar un negocio de audiencias que se nutre de público con el nivel mental de un espectador de Gran Hermano.
Mucha gente está interesada en comprar la dignidad del desafortunado personaje de Mota, empezando por la subasta en la que él mismo participa, aunque su familia, encabezada por su mujer, hacen el paripé de turno, para salvarlo de la ciega ambición y de paso darle a la cinta el necesario mensaje cargado de moralina.
De la Iglesia está más contenido, no hay tantos excesos y elementos personales como en otros trabajos, se centra más en asaltar frontalmente los sentimientos y las buenas emociones.
No llega a ser La chispa de la vida una caricatura de 'El gran carnaval', si no más bien una revisión del clásico adecuada a las nuevas épocas, y aún así, no ofrece nada que no se haya contado antes.

2 comentarios:

  1. No te voy a insultar, Bishop, jeje. Me ha gustado lo que has escrito. Celia Treinta.

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    1. Gracias Celia, me hace gracia que utilices mi nombre de guerra de cuando El taller de las palabras. Un beso.

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