21 de febrero de 2012

Sobre valentías y personas



Dentro de la infamia general siempre hay actos idividuales de dignidad y coraje que merecen la pena reverenciar, independientemente de ideologías o colores políticos. Personas, ante todo, que cuando vienen dobladas tienden a engrandecerse, aún asumiendo los posibles riesgos.
Conocí una mujer, que me toca batante cerca, que vivió un tiempo con un maltratador soportando todo tipo de vejaciones y palizas, y un día le puso un cuchillo en el cuello y le dijo: "como me vuelvas a tocar te voy a rajar por la noche". Y desde entonces él durmió en otra habitación y con el pestillo echado.
En la memoria de todos está la imagen de aquel hombre de Lazkao al que una bomba de los nazis del RH negativo le destrozó su casa,y mazo en mano arremetió contra una Herriko Taberna, madriguera habitual de los mafiosos. Uno tiene sus debilidades y, sinceramente, a mí ese tipo de actos me conmueven profundamente.
Y es que, en el País Vasco, como pasa en todos los sitios, unos callaban por miedo y otros no se resignaban a vivir sin libertad o hincando la rodilla, aunque les costara la vida. Por ejemplo, María San Gil cuando salió corriendo detrás del terrorista que había matado por la espalda al compañero de partido mientras comían juntos. Hablo de personas que no pueden dejar de ser quien son aunque sepan lo que se están jugando. Aquel Ernest Llunch que se subía al atril frente a un grupo de radicales que lo abucheaba, durante la tregua del 98, y les decía que gritarán más, que por lo menos ya no mataban, y unos meses más tarde Llunch era asesinado en el garaje de su casa de Barcelona. O el asturiano Juan Priede, harto de vivir con escoltas pegados, eludió su protección para bajar un momento al bar a echar una partida de cartas y disfrutar de un momento de distensión sin los guardaespaldas, donde le esperaban sus asesinos. Dicen que Isaías Carrasco iba sin escolta por decisión propia cuando le metieron tres tiros (también por la espalda) delante de su mujer y su hija.
Y hay una clara línea delimitadora entre la gente decente y la chusma, el cobarde que se crece amparado en una posición superior o la impunidad del tumulto. El delator, el chivato. Esos 'ultras' de fútbol paletos y descerebrados que golpean a quien encuentran por su camino indefenso y (esto es importante) en minoría. Los que insultan y amenazan camuflados en una grada a un árbitro o futbolistas en un estadio.
El que organiza guerras pero nunca manda a sus hijos a ellas, que saben que no se la juegan jamás; los que firman órdenes conscientes de que si las cosas sale mal nunca van a tener que responder por sus actos, y que el pellejo se lo van a arriesgar otros.

Esa adolescente que sale a la calle en Valencia desarmada para ser golpeada con una violencia que nos alarma tiene una integridad cien veces mayor que el cacho de carne de cenutrio que abusa de su poder. Porque una cosa es repeler un ataque, garantizar la seguridad y defenderse cuando está en peligro la integridad física de cada uno, y otra golpear cobardemente a un menor de edad indefenso que no tiene posibilidad de réplica.
Esa chica, como tantas otras, creció con la idea de que tenía derecho a una educación digna, a una sanidad decente y una democracia naciente y limpia. Pero luego vino el robo, la avaricia desmedida, la estupidez de los gobernantes (unos y otros sacaron partido mientras pudieron, ya fuera con el delirio ladrillero y corruptela urbanística o con la idiotez más inoperante) y la impunidad de los causantes del desastre. Ella lo sabe y no ha vivido de espaldas a ello. Con el futuro negro y la situación precaria, nunca imaginó que tendría que salir a manifestarse para pedir algo que antes nos parecía tan básico como calefacción en las clases.
 Tal vez sus padres no tenían el dinero para mandarla a un colegio privado y religioso, donde además le lavaran el cerebro; de ser así ahora estaría en casa, ajena a todo, consumiendo televisión con una actitud bovina.
Pero ahuyenta el miedo y se planta delante de los cascos y los palos. Algunos gritan con las manos en alto, esgrimiendo como arma sus manos desnudas, otros incluso alzan libros, como amaprádose en el poder de las palabras contra la brutalidad.
Y te das cuenta de la lección imborrable que esos chicos están dando, esa grandeza de pundonr y  que te hace sentirte orgulloso aún de la gente que habita tan desdichada tierra. Y aunque las cosas pintan muy mal para la maltratada España, siempre hay algo que nos salva entre el lodo, no hay más que mirar cualquiera de las fotos de esa chica (todas las chicas y chicos que hay) y ver su valentía ante el desastre. Porque las porras podrán magullar su cuerpo, pero nunca debilitarán su espíritu.

1 comentario:

  1. Comparto tu opinión al respecto, y manifiesto mi desprecio y exijo que la ley caiga sobre terroristas, asesinos,maltratadores, violentos...
    Al igual que condeno todo lo anterior, no puedo hacer otras cosa que repudiar los excesos por parte de la autoridad,y si en Valencia los hubo, pues que la ley actúe.
    Gracias por compartir tus ideas y hacernos reflexionar sobre distintas cuestiones.
    Enhorabuena y un abrazo

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