8 de agosto de 2020

"¡Qué escándalo, aquí se mata!"

 

'Artículo publicado originalmente en La Paseata'

Pues sucede que se han alterado, muy vehementes, las almas cándidas del corral progre (¿o es pocilga?) porque Bildu mandaba en un tuit cariñosos abrazos a Josu Ternera, uno de esos purasangre de Sabino que resulta que tenía la fea manía de reventar niños a bombazos.
Esto no puede ser, -decían algunos, desolados- el noble partido proletario de ecología y feminismo, los comprometidos votantes contra la reforma laboral y fieles socios sanchistas, haciendo esto ahora, a estas alturas, cuando ya hemos trazado puentes y hemos perdido los últimos rescoldos de dignidad que nos quedaba, blanqueando su pasado carmesí y lamiendo hasta la nausea sus vascuences culos.

Qué impacto ha supuesto ese
tuit, ese fraternal abrazo a su ex jefe, para los que siguen con la mente en el limbo del relato del “conflicto armado” como eufemismo y las justificaciones siempre en la punta de la lengua. Para los que llevan tiempo empeñados en colar etarra como animal de legislatura; porque Bildu, claro, en realidad es un partido de buenos chicos reformados.

La tendencia homicida de Josu Ternera parece una línea que no están dispuestos a tolerar los guardianes de las esencias morales.
Y es que claro, una cosa es tener de secretario general a Arnaldo Otegi, reconocido hombre de paz, acostumbrado a la deificación y lo más parecido a la reencarnación de Gandhi en la tierra, que secuestró y estuvo en primera línea del aparato militar (pero sus razones tendría), y otra que los de Bildu muestren tan a las claras su querencia por los asesinos de masas. Menuda decepción. No se podía saber.
Casi recuerdan al entrañable, cínico y venal Capitán Renault de la icónica “Casablanca”, cuando, metido como estaba en el ajo, dice que es un escándalo que allí se juegue.

Tiernos bobalicones que llevan años haciendo encaje de bolillos para tratar de vender como algo progresista los privilegios forales, la violencia del rebaño, las supersticiones tribales, el totalitarismo a pedradas, las teorías de limpieza de sangre, genes y cráneos diferentes, la alergia a la pluralidad de ideas y la imposición de una visión monolítica de su sociedad.
Los tontos útiles del nacionalismo han tenido una caída del caballo gracias a que Bildu les ha abierto los ojos a través de una red social. Qué perplejidades nos trae este 2020.
Algunos se lamentaban, otros estaban indignados; los más abyectos aún querían sacar algo en limpio entre los cascotes, explicando el lado amable de Ternera. Que si no era para tanto.




Los indignados lo eran más que nada por tirar por tierra tantas ocasiones que ellos se quisieron poner del lado interior de la Herriko Taberna. De tantos intentos de dulcificar la historia. Indignados por todas las veces que propagaron una imagen de los abertzales como inocuos pacifistas que solo desean vivir con los innegables beneficios de la democracia, y el fascismo españolista les pone palos en las ruedas de su feliz andadura por la luz de la política en armonía y nobles sentimientos.
Indignados, quizá, porque por un breve y efímero instante de clarividencia, fueron conscientes de su trágica ridiculez. De la forma miserable en que se han comportado manteniendo esa equidistancia vomitiva o con un “pero” siempre en la recámara.
Con la realización de cien piruetas argumentales y semánticas para poder aplaudir la manera servil en que Pedro Sánchez cede ante sus amigos nazis.

Es muy esclarecedor descubrir en una encuesta que un porcentaje muy alto de los jóvenes vascos no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco, de la misma manera que otro porcentaje altísimo de los mesetarios estúpidos siguen viendo algún aura épica en la sempiterna xenofobia etnocentrista y en los patriotas de la boina. En el descoyuntar nucas a golpe de pistola porque los gudaris no pudieron reprimir las pulsiones identitarias y su orgullo supremacista.

Se han desvinculado tanto de la realidad, han abierto tanto sus tragaderas para zamparse el relato del agitprop hasta el esófago, que cuando los herederos de ETA se muestran simplemente como herederos de ETA, los muy estultos dan la cabeza y murmuran, como Ortega: «No es esto, no es esto».
Sí, claro que es esto. Siempre lo fue, imbéciles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario